Por Carolina García.
Un
viaje reventado a lo inverosímil como surreal, derramado en un espectáculo visceral.
El reflejo de una sociedad ensordada… La casa de Jack.
Meses
acompañados del expectante ojo cinéfilo, luego del desate de las primeras
imágenes rodantes para la nueva aparición de Lars von Trier, The house that Jack built desfiló
por el circuito de la 65º Muestra
Internacional de cine y se ancló a carteleras comerciales, así como en recintos
culturales.
La
historia psicópata, narrada paralelamente con el trayecto a la catábasis de
círculos cubiertos de paredes calientes y humanos castigados, se plantea en una
elipsis con un primer cuadro negro abastecido en mero diálogo entre Jack (Matt Dillon) y su acompañante Verge (Bruno Ganz) que, además de la sonada
referencia de Virgilio, personaje en La
divina comedia de Dante Alighieri,
en tanto al parecido del nombre como a la función de ambos en cada una de sus
obras, acaba de resolver la mísera vida de Jack transcurrida en intentos
fallidos por la construcción de su casa.
Un
artista en busca de su mejor arte. Jack se propone como el sujeto imperfectible que destierra de material a material, bloques, madera, para cimentar su casa
concebida de su propio trazado. La ingeniería y arquitectura a la que atiende
trastoca la norma, la moral de la civilización en su ser, además de trazados, agrega a su historial más de 60 asesinatos como limpiando al
mundo de su simpleza, llamándolo arte.
El arte
es muchas cosas (Jack en The House that Jack Built, 2018. Dir. Lars von Trier)
Contada
a capítulos, Dillon aparece en
pantalla como un sujeto de corte común quien, durante el desarrollo en minutos,
muestra rasgos pertinentes como un cliché del hombre perturbado por la locura con
la imposibilidad del genere de sentimientos. Afanado en el orden y la limpieza,
proyectado en la separación de sus lápices para dibujar, sus estantes
desbordados en libros, acompañado del hartazgo social construido por la misma humanidad.
La
cinta presentada en Cannes 2018 fuera
de selección se figura en un campo estructural visto anteriormente en Anticristo por los capítulos y Ninfomanía I y II, por los cuadros ilustrativos para relatar las vertientes de la
cinta.
El
acreedor de la Palma de oro en 2008
por Bailando en la oscuridad retoma
uno de los aspectos enlistados al lado de
Vinterberg para la consagración del Cine Dogma 95, el uso de cámara en mano
sin remordimiento del notable movimiento, propio del danés.
Atiborrado
en referencias dentro de las siete Bellas artes, donde es éste mismo lo que
envuelve el infierno de Jack mezclada con su degradación humana, aquel arte que
él se dibuja entre intelecto vaciado en mente, faltante de alma.
… no
existe arte sin amor y tú no puedes sentirlo (Verge en The House that Jack Built,
2018. Dir. Lars von Trier).
Los
lapsos entregados para sumergirse en los personajes recorren la inherente
imperfección notada en detalles por la nula necesidad de cubrir los poros
abiertos en la piel, que provoca esa sensación, al mismo tiempo, de verdad en
el relato.
La
manufactura entregada el año pasado, ha sido tan brutal que el recopilado de
menciones al Fausto de Goethe, los Campos Elíseos, La barca de
Dante de Eugène Delacroix, el
dolor y el placer probablemente sustraído de Filebo en Los diálogos de
Platón, la banda sonora entre la Fame de Bowie, y otras más, logra una composición alucinante sin demeritar
el guion ni la historia en sí misma.
Von Trier replantea nuevamente la naturaleza del hombre, la
construcción de lo social en absurdos actos castigados por la ley, mientras el
protagonista colecciona cadáveres en un cuarto congelado bajo el seudónimo de
El señor sofisticación sin ser atrapado y con un ansía de quebrantar lo
moralmente aceptado para conseguir su ideal.
¿El mejor
material para la construcción? La descomposición sanguínea congelada, argumentada
en estupidez ajena, sin gota de amor al hombre como especie, por egocentrismo artístico, donde no hay arrepentimiento, pero sí castigo bíblico que en vida
no lo sacudió. The House that Jack Built,
el relato de una civilización para la reflexión.
Trailer
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