Por
Carolina García.
Como obra teatral, contada a seis
actos y un epílogo, el nuevo relato de Luca
Guadagnino retoma la visión de Dario
Argento a través de una compuerta sádica entre información yuxtapuesta para
relatar la historia demoniaca a finales de los setenta en el Berlín dividido.
Los suelos exteriores cubiertos al
albo póstumo de las lluvias, recorren el paisaje que tiñe de trama durante el
rodaje. Un estrepitoso caer de agua expulsada de las nubes embadurna los
primeros minutos del metraje, al tiempo que voces como susurrando persiguen la abrupta
entrada de Cholë Grace Moretz como
Patricia, apenas salida del manicomio disfrazado con el nombre Compañía Markos,
quien se aísla en un cuarto acompañada de su psicólogo Josef Klemperer (Tilda Swinton), donde delira sobre
las brujas, el aquelarre que termina por poseerla.
Susie Bannion, ahora en piel de Dakota Johnson, afanada por la danza y
la academia encabezada por Madame Blanche (Tilda
Swinton), sale de su estado Ohio para arribar en la capital alemana luego
de ser aceptada por uno de los más grandes grupos de coreografía.
Posterior a tomar la habitación de
Patricia, la estancia de Susie se colma de sueños entre gusanos, sangre,
conexiones alucinantes, además de inquietantes flashbacks durante su estadía infantil en la granja americana,
ligados al mal recuerdo de su madre. Es así como Madame Blanche, la que en un
principio se cree como Madre Suspiria, prepara a Dakota Johnson para ser entregada a la bruja negra (nombrada así en
la antigua Suspiria del 77), Helena Markos, por su genuino talento para la
danza.
Los actos se componen de una
enloquecedora vista, con orina derramada durante la nauseabunda muerte de una
de las bailarinas, quijada rota expulsando vómito, otras tantas de penes, anzuelos,
conversaciones sin el movimiento de labios y piel rota por huesos
quebrados.
Sara Simms, interpretado por Mia Goth, se vuelve un personaje
importante durante el desarrollo, la estudiante de la academia se convierte en
amiga de Susie y destierra, junto con el doctor Klemperer, el maligno de las
matronas (Madre Tenebrarum; Madre Lachrymarum; Madre Suspirorium).
Swinton, la actriz camaleónica, (We need to talk about Kevin, 2011; Vanilla sky, 2001; The beach, 2000), se vuelve un emblema actoral, sin dejar nada al
deseo, entregada a la bruja que posee el cuerpo de sus bailarinas. El cigarro a
la mano, vestidos sin esbozar su cuerpo y la defensa al arte del baile, recrean
una Blanche entre perversa que termina débil. La vampira de Only lovers left alive (2013), fue
caracterizada, también, para dar vida al psicólogo de Patricia, completando un
reparto totalmente femenil.
Suspiria de Guadagnino se recrea en un eterno femenino salvaguardado en la compañía
Markos cimentada de vísceras, envuelta en el inmortal oscuro de gritos y
grandes espejos, ésta, acoge un grupo de jóvenes casi dispuestas, sin saberlo,
a ser besadas por la muerte. La cinta, disociada a la de Argento, está estelarizada por mujeres para sostener el discurso de
empoderamiento como género.
La fantasía compuesta por la banda
sonora de Thom Yorke sigue la nueva
historia de las brujas en la posguerra. Galardonada por el Premio Robert Altman, ha sido interpretada pictográficamente a
colores densos, oscuros, sin caer en los azules fríos que acompañan las
historias de terror.
Sus hipnóticos encuadres entremezclados
con tomas de apresurados zooms y el
uso de disolvencias, fuera de romper con la estética visual, construyen una
atmósfera de cine de terror clásico a la vez de uno experimental con fotogramas
al descubierto de información histórica o referencias
para desentrañar el inmundo de la Madre Suspiria.
El filme protagonizado por la
evolutiva actuación de Johnson,
reencarnada como uno de los demonios o deidades, podrá visualizarse en
complejos Cinépolis a partir del 11
de enero.
Trailer
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