Por
Carolina García.
Nunca
entenderé por qué alguien elige vivir en un mundo falso.
(Grey Trace, Upgrade.
(2018). Dir. Leigh Whannell)
¿Cuándo dejamos de ser humanos? La
fractura de la especie humana y una clase de espécimen a
babor que pronto se convertirá en la cabecilla de ésta.
De los productores de Get out, Feliz día de tu muerte y La
Purga, Blumhouse estrena Upgrade
el próximo 14 de septiembre en México, una combinación de la desquicia entre
individuos por el alcance tecnológico a nivel robótico, la pérdida de su éter
con tintes salpicados de vísceras.
A la vista, cuadros atisbados del rojo
escurrido en venas efímeras, un vinilo mientras piezas mecánicas adornan el
trabajo de Grey Trace, en la piel de
Logan Marshall-Green, su taller mecánico, el juego del hombre con el
quehacer diario, a mano propia, la artesanía.
Una sociedad medianamente futurista,
estragos de la postindustrial con la reestructura de aquella con amueblados
inteligentes… Un par de casados con roles sociales aparentemente a la inversa,
según la normativa, aparecen en los primeros minutos del rodaje escrito y
dirigido por Leigh Whannell.
Después de la visita a uno de los
clientes de Grey para el arreglo de automóviles, Melanie Vallejo, quien interpreta a su esposa Asha, conoce al
sujeto propietario de éste, quien se hace llamar Eron (Harrison Gilbertson), particularmente extraño, pero con una
inteligencia espantosa capaz de crear súper tecnología en su propia empresa
Vessel Computers.
En la noche de regreso a casa
acompañados por la luz lunar y el barrio segregado de New Crown, Grey y Asha son
asaltados, tras la pérdida de ella, Trace queda varado entre la dicotomía de lo
moribundo y la vida. El personaje corrompido por el esperpento de la
tetraplejía, hasta operar bajo un susurro dirigido sólo a él, la oferta de una
cura experimental por el mismo adinerado del que se habló hace unas líneas,
Eron. Implantación del sistema operativo Stem... ¿A cambio de qué?
La acción en casi cada cuadro del
rodaje logra la permanencia del espectador, haciendo a un lado lo cansino.
Mezcla de horror y futurismo aunado a la actuación de Marshall con la robótica articulada en sus vértices exagerada a lo
propio de una persona, adecuada a una máquina de venganza en posesión de un
cuerpo.
Salida de entintados neones, la
estética es un revoltijo de emoción en el ser, de atractivo, de espera ansiosa
al final, rescatar al protagonista, despreciarlo, comprender el dolor humano,
empatizar con la huella de una pérdida sentimental yacidas a manos de la
muerte, una dualidad terrenal insoportable.
La composición del vestuario diseñado
por Marla Pattinson en conjunto con
el maquillaje por Chiara Tripodi matizan
el filme, la separación del grupo catalogado como la escoria en una de las
locaciones compuesta por un bar y la clase élite, con los colores que traen a
sentimiento la frialdad, blancos, grisáceos sin poder faltar los azulados.
El creador de la saga Insidious regresa con una obsesión más,
meramente, de la raza humana, una demencia que en pantalla se ha vuelto
ficticia y que en realidad se encuentra escondida entre cada uno de nosotros, sujeta
a la memoria entre series del hoy ya bien conocidas (Black mirror, Dark net, Follow this), a la espera de la
crudeza fílmica.
Trailer
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