Por Carolina García.
Cómo desmembrar el imaginario de una
prostituta…
Ni prostituta víctima, ni prostituta
obligada, ni prostituta santa, Alanis, se desarrolla en un barrio de
Buenos Aires con la mujer que después de apenas algunos intentos por trabajar
fuera de la labor sexual, rechaza los puestos que puede alcanzar.
Anahí
Berneri, con su
quinto metraje, explora el íntimo de las sexoservidoras desde un apartamento en
la capital de Argentina. La supervivencia del personaje en piel de Sofía Gala Castiglione
se quiebra en desespero con la clausura de su vivienda con función de motel
por la irrupción de inspectores mandados por quien sabe quién seguido del
encarcelamiento de Gissela (Dana Basso),
una compañera del lugar, acusada de una supuesta en contra, dentro del asunto de
“trata”.
Varada sin nada, Alanis echada puerta
afuera de su hogar con su hijo de año y medio, consigue alojarse en casa de una
desconocida frente al espectador, pero resultante familiar para el personaje
protagonista, durmiendo en piso ajeno con apenas un vestido seductor de hombres
y una manta encima.
Tentativas laborales, entrega de
testigos en esos cuartos encerrados a cuatro paredes pintados de azul grisáceo
con ventana expiatoria, envuelven la membrana del desarrollo fílmico.
La cinta acreedora a dos Conchas de
plata por Mejor Actuación y Mejor Dirección en el Festival de San Sebastián (2017), se reduce a tan sólo 82 minutos
de rodaje que rozan la vida de una mujer dura para el hombre como género con
mezcla dulce para Dante (Dante Della
Paolera), su hijo.
Por muy fuera de la figura común de
aquellas que se postran debajo de la luz lunar en las esquinas, Alanis no porta maquillaje exagerado ni se delinea en márgenes voluptuosos de senos ni
caderas, viste de escotes pronunciados sin caer al vulgar espacio tan ya
estereotipado de las que venden su cuerpo.
La actuación entregada por Sofía Gala revienta en pasmo cuando su
mirada se muestra en reflejo de algún motelillo y grita de cosas al sujeto que
la penetra, con odio y esperpento, con asco y repudio, para la satisfacción de
éste, que revienta en excitación y orgasmo.
Y la historia, que no se encierra en
los relatos del proxeneta, de la mujer sufrida, que Alanis la sufre, pero la
contiene, que se cae en reflexión de ¿un mundo sin oportunidades? O de
oportunidades desaprovechadas, del dinero fácil, pero de lo difícil de la vida.
Una serie de cuestionamientos humanos que brotan a partir de lo que exhala
Alanis y su posición como mujer y madre.
Trailer
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