Por Eduardo León.
Se encontró nominada a diversas categorías como:
mejor película, director, guión, fotografía o sonido, en los Asian Film Awards.
Compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes del 2018, y ahí mismo se
apropió del galardón que otorgó la Federación Internacional de la Prensa
Cinematográfica (FIPRESCI), al igual que el Premio Vulcan del Artista Técnico.
Entre otros 30
galardones y 105 nombramientos, la película del director surcoreano Lee Chang-dong,
titulada Beoning/Burning, ha acumulado cierta expectativa desde su proyección dentro
del noveno Festival Internacional de Cine UNAM, y cuyo estreno por fin es este
15 de marzo en diversas salas de la Ciudad de México.
El guión de la
película fue elaborado por Jungmi Oh y Lee Chang-dong; es una historia adaptada
del relato corto Barn burning que se
halla dentro de la compilación de cuentos en el libro El elefante desaparece, creado por el escritor japonés Haruki
Murakami y publicado en 1993.
La trama nos sitúa en
las calles, barrios y viviendas periféricas dentro de Corea del Sur, en donde
se tropiezan las vidas de Lee Jong-su (Ah-in Yoo), Shin Hae-mi (Jong-seo Jun) y
Ben (Steven Yeun). Tres personalidades dentro de las que comienza a palpitar una
especie de misterio, luego de que un íntimo, casual y piromaniaco secreto es revelado.
Burning es una de esas cintas en las que pareciera no ocurrir
absolutamente nada. En las que todo es tan ordinario y tan banal, que en algún
instante (y para algunas personas), les podría llegar a parecer desesperante y hasta
somnolienta. Sin embargo, si se le presta un gramo más de atención, nos damos
cuenta de la auténtica y perturbadora creación cinematográfica en la que hemos depositado 148 minutos de nuestro
día común.
¿A qué me refiero con
auténtica y perturbadora? Pues a la esencia y atmósfera con las que arropó
Lee Chang-dong esta historia. Un ambiente de incertidumbre, de incomodidad; de
que algo no marcha, que no existe o fluye con plenitud. Y todo esto logrado por
la narrativa pausada y sumamente existencialista que nos sostiene e invita al
cuestionamiento sobre el error, las coincidencias y el alcance de nuestras
acciones constantes.
La abrazadora
fotografía naturalista y a contraluz de Kyung-pyo Hong, así como la música
compuesta por Lee Sung-hyun “Mowg”, le proporcionan aquellas particularidades
estéticas a la película. Le otorgan carácter, vida, intriga y belleza a secuencias
frías y cálidas, con resonancias de lo que pareciera ser una conjugación sonora
entre naturaleza y urbe; entre pulsión de vida y muerte.
Algo así como una
dualidad, es como podría identificar a este largometraje. Pues el habilidoso
director delinea un triángulo de personajes bastante curiosos y opuestos;
ahogados cada uno de ellos en el pasado (Lee Jong), presente (Ben) y futuro
(Shin Hae), a la par que confrontan sus intereses, sentimientos y vacíos en
distintos nichos como en un bar, una granja o fumando marihuana mientras son
aplastados por el anochecer.
Burning termina siendo una experiencia fílmica-sensorial que nos
conduce hacia un vistazo introspectivo de las relaciones sociales en plena era
digital. Un viaje envuelto en tanta preciosidad y tranquilidad dentro de los
cuales el caos se vuelve difuso, y uno comienza a sentirse ansiosamente trastocado.
Vale muchísimo la
pena invertir en una entrada para observar este sutil largometraje, y ver si
podemos hallar en los protagonistas, algunos de nuestros más dañinos e
inquietantes hábitos e ideas. Por no mencionar aquella locura con la que
acarreamos y convivimos día con día.
Trailer
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