Por Oswaldo Magaña.
Zain (Zain Al Rafeea) es un niño pequeño que
está preso y ha decidido demandar a sus padres, por lo que tiene la atención de
los medios y recibe audiencia en el juzgado para contar las razones del porqué
de su decisión.
Situada en Beirut, la
ciudad que alguna vez fue comparada como el parís del medio oriente y que en
sus calles ahora solo puede verse miseria e injusticia, es una ciudad olvidada
en la que Zain y su familia viven en condiciones muy precarias y sin embargo, sus
padres siguen teniendo hijos.
Cafarnaúm (Capharnaüm) habla de
egoísmo y de miseria, de migración y de sobrevivir a toda costa, no importa si se
hace lo correcto o no, porque cuando la pobreza está alrededor, sólo queda
sobrevivir, de la mejor o de la peor manera. Y la humanidad que ofrece compasión o discernimiento desaparece
por momentos.
La directora Nadine Labaki (¿A dónde vamos ahora?, 2011) quien también actúa en sus filmes,
presenta una historia con un tono realista, crudo. Y que permite conocer a
manera de flash backs los eventos que desencadenaron la aprensión de Zain. Es
una crítica social hacia el maltrato y la crueldad infantil en medio oriente y cómo los niños y sobre todo
las niñas son vistas como mercancía, como una forma fácil de ganar dinero.
Pero también habla de
ese amor limpio que un niño puede dar, que se rehúsa a morir en medio de esa
realidad que lo hunde día a día y de la que parece no haber salida, sin
embargo, este niño si toma acción y busca cambiar su realidad y la de otros,
tiene la grandeza que le permite, en medio de su miseria, ayudar y preocuparse
por los demás.
Sin embargo al verse
atrapado, encarcelado y juzgado ante una evidente injusticia, el pequeño Zain decide
clamar por sus derechos demandando a su padres por haberlo traído al mundo, a
una realidad que no le permite ser un niño y que sólo lo ha llenado de rabia.
Cafarnaúm pareciera
tendenciosa, pero no lo es, deja al público forjar una opinión, sólo muestra
una realidad, tan contradictoria como es la condición humana. Eso es un mérito,
pues deja ver al ser humano en su completa vulnerabilidad y la manera en que
esa vulnerabilidad le hace tomar decisiones, todo ello sin juicios de valor.
Las actuaciones son más
que aceptables, dirigir a niños no es tarea fácil y Zain Al Rafeea se muestra como un histrión nato, en especial
resalta la química lograda con el bebé Yonas quien, de la mano de Zain, deberá
también aprender a sobrevivir a tan corta edad. Labaki interpreta, en un papel muy
corto, a la abogada defensora del pequeño. Yordanos
Shiferaw a la madre de Yain, una inmigrante indocumentada que cobija a Zain
en su hogar y bien cabe destacar su actuación.
La incursión de la
directora en este género es más que acertada (le ha dado El Premio del Jurado
en Cannes) y como resultado, Cafarnaúm es un filme que al tiempo que conmueve,
denuncia la grave situación de los niños marginales en aquellas tierras, pero
que mucho se asemeja a la marginación y abuso que viven en casi todo el mundo.
Esto lo hace un film universal
que busca desesperadamente conmover a un mundo que está acostumbrado a mirar y
no hacer nada. Con la esperanza, seguramente, de que la indignación y ese
sentimiento de desasosiego que deja el film al final, pase por alto aquella
insensibilidad que caracteriza a los órdenes perversos.
Trailer
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