sábado, 13 de diciembre de 2014

118 Días: Cine político con olor a Agua de Rosas


Por: Jaime López Blanco

Jon Stewart, el otrora comentarista político del programa televisivo estadounidense “The daily show”, incursiona como director cinematográfico con la película “Rosewater”, la cual centra su argumento en los 118 días durante los cuales el periodista Maziar Bahari,  canadiense-iraní, fue encerrado en una prisión de Irán, acusado de espionaje,  posteriormente a las elecciones presidenciales 2009 de aquel país, las cuales generaron muchísimas dudas e inconformidades en una gran parte de la población de aquella nación asiática , lo que concluyó con una serie de revueltas marcadas por la represión y violencia gubernamentales.

De entrada, la historia de “118 días” o “Rosewater”, por su título original, se antojaba más interesante para los amantes del género del cine político con tintes de drama carcelario. Sin embargo, en opinión de quien suscribe este texto, hizo falta “un algo” que pudiera hacer más que aceptable esta ópera prima del comediante Jon Stewart. “Un algo” que elevara esta pieza cinematográfica hasta alcanzar el calificativo de inolvidable y convirtiera su olor de “Agua de Rosas” en un aroma de película de culto o clásico contemporáneo.

Lo más destacable de la cinta de Stewart es el énfasis en el humor en ciertos fragmentos de la misma. Es lo que mejor sabe hacer el realizador y lo que mejor le sale. Aunado a esto, se traslada del guión a la pantalla ese amor del director hacia las películas y su fe en la revolución y libertad de expresión que pueden ser alentadas y forjadas por las redes sociales.  Existen secuencias que apoyan lo anteriormente señalado y que, sin lugar a dudas, fueron determinantes para la liberación del periodista Maziar Bahari. 

Lo malo es que al guión, dirección y actuaciones de “Rosewater” ó “118 días” les faltaron bríos para volverla extraordinaria. Gael García Bernal, como el protagónico de la cinta e interpretando a Bahari, brinda una actuación aceptable, convincente y que permite crear cierta empatía en el  espectador; aunque durante algunos momentos de la tortura a la que se vio sometido su personaje, siento que sus expresiones de dolor o quejidos no han evolucionado desde que le pegaron con un tubo mientras tomaba una ducha dentro de la película “Amores Perros”, de Alejandro González Iñárritu.

Por su parte, la actriz iraní Shohreh Aghdashloo, a quien habíamos visto antes en la película de “La casa de arena y niebla” (2003) junto con el actor Ben Kingsley, ofrece aquí una actuación de primera, discreta pero a flor de piel, como la madre del protagónico.  Es su prudencia y dedicación la que la convierten en uno de los motores emocionales de la película de Jon Stewart.

En cuestión de argumento, presiento que el director y también adaptador de esta película,    - basada en las memorias “Then they came for me” de Maziar Bahari  y Aimee Molloy -, fue recatado (ignoro las razones) a la hora de incluir más apuntes políticos y críticos hacia la forma de hacer interrogatorios a presos políticos.  Sí, es cierto, el actual régimen iraní es criticado, de manera no totalmente difamatoria, por su conducta antidemocrática, pero otras regiones, comunidades y naciones que se jactan de avanzadas y plurales, como los propios Estados Unidos, también han sido señaladas, con fundamentos y pruebas, por su negligencia y violaciones en materia de derechos humanos.

En conclusión, siento que a la película de “118 días” le hizo falta el contexto histórico-social- político de “Persépolis”, cinta francesa de 2007, para entender un poco más la dinámica cultural de Irán; que carece de la dirección hiperrealista e intimista de “A mighty heart”, de Michael Winterbottom, donde la actuación protagónica de Angelina Jolie es epidérmica, algo  que le hubiera dado todavía mayor plus a lo realizado por Gael García Bernal y; que no presenta tan abundantemente la poesía argumental y visual de “The Shawshank Redemption”, drama carcelario realizado por Frank Darabont.

Si Jon Stewart hubiera arriesgado más en todos los aspectos anteriormente señalados, seguramente esta ópera prima suya se hubiera impregnado en nuestra memoria cinéfila, dejando de ser una delicada y aceptable fragancia debutante, convirtiéndose en un exquisito perfume fílmico, tanto en envase como en contenido, el cual hubiera impactado muy gratamente a nuestros más exigentes sentidos cinematográficos.

   


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