Por: Jaime López Blanco
Con
tres décadas y media de trabajo a sus espaldas, Ridley Scott, realizador de
origen británico, siempre me ha parecido uno de los directores que más se deben
respetar o admirar dentro de la industria contemporánea del séptimo arte,
debido a su incesante versatilidad y pasión para contar historias. Lo mismo
puede dirigir clásicos del terror o de la ciencia ficción como
"Alien" (1979) o "Blade Runner" (1982), respectivamente; road movies sobre el empoderamiento de la
mujer, vía "Thelma y Louise" (1991), con Susan Sarandon y Geena Davis
ensalzando al reparto; épicas muy bien logradas que nos evocan el cine
espectacular de Hollywood realizado con grandes valores de producción como
"Gladiador" (2000); dramas bélicos de gran calidad al estilo
"Black Hawk Down" (2001); thrillers
políticos de excelente entretenimiento como "Body of lies" (2008) o;
hasta dramas gangsteriles encabezados
por actores de indudable talento -Denzel Washington y Russel Crowe- como
"American Gangster" (2007). Todas las películas anteriormente
mencionadas se han distinguido por haber sido realizadas con muy buena calidad
visual, madurez en su tratamiento argumental y “buen ojo” cinematográfico de
parte de Scott.
Sin
embargo, los últimos proyectos de Sir Ridley (porque ya fue nombrado Caballero
por la Corona Británica )
no han estado a la altura de lo que se espera de un profesional de la lente
como lo es él. Mucho menos lo ha estado su más reciente cinta titulada
"Exodus: Gods and Kings", en donde Scott se aventura a reinterpretar
un clásico del cine bíblico y épico, centrándose en la huida de Moisés de
Egipto y la manera en que encabezó el éxodo de miles de esclavos hebreos hacia
la libertad, para así romper el yugo que los oprimía; yugo ejercido en primer
lugar por el hermano de crianza de Moisés, Ramsés, quien mantenía a los judíos
en crueles y degradantes condiciones.
La
película falla en su ejecución debido a que se siente en varios momentos plana
y fría. Existen buenos intentos por erigir un majestuoso diseño de producción
pero todo ese glamour y espectacularidad se quedan cortos al carecer de giros
argumentales y de diálogos o situaciones interesantes que hagan más profunda y
amena la historia que se está viendo. Es decir, la forma mata al fondo. Tal
parece que Ridley y compañía decidieron realizar esta cinta más por la emoción
de llegar a plasmar con efectos digitales las metáforas de las plagas, el
enrojecimiento de las aguas o la apertura del Mar Rojo que por transmitir una
historia redonda de pies a cabeza.
Los
CGI son aceptables, aunque en un par de planos abiertos se puede notar la
exagerada digitalización de los ejércitos o del mar ensangrentado por los
animales. Sin embargo, la manera mediante la cual se explican ciertas metáforas
de la Biblia
es interesante; así mismo, se reconoce la naturalidad con la que se plasma el
relato de la forma en como Moisés abrió el Mar Rojo.
Christian
Bale, protagonista de la película, también es uno de los pocos aciertos del
nuevo largometraje de Scott, ya que trata de revestir a su Moisés de inseguridades; de dudas respecto a la existencia de Dios;
de compasión hacia el prójimo y; sobre todo, de conflictos por la situación que
lo amedrenta, porque debe decidir entre ponerse a favor de los oprimidos, y
darle la espalda al reino que lo crió y todavía quiere, o viceversa.
El
resto del elenco es acartonado y carente de matices. Percibo a un padre de Ramsés (interpretado por el actor John
Turturro) “aguado” y caricaturizado; una Sigourney Weaver y un Ben Kingsley
desperdiciados; un Aaron Paul, de la serie “Breaking Bad”, unidimensional y; un
Joel Edgerton estereotipado.
La
personificación de Dios es ingeniosa pero nada del otro mundo. El problema
radica en que, en una de las intervenciones de ese Dios, se puede dejar ver un
mensaje de odio religioso, político y social en contra de los NO hebreos o NO
judíos. El Dios de Scott luce vengativo y soberbio lo que, a mi parecer,
demerita las intenciones artísticas o de mero entretenimiento del producto en
cuestión.
En
resumen, se trata de una obra fallida de Scott; tanto así que existen
reciclajes de elementos de sus películas anteriores como una escena filmada
bajo el agua en “Robin Hood” (2010) o un diálogo en “Gladiador”. Creo que hasta
“The Counselor” (2013), también de su autoría, me mantuvo más entretenido que
esta película. Lástima, más tratándose de algo venido de este director
septuagenario cuyo film que he analizado me hace revalorar más el “Noé” de
Darren Aronofsky, el cual también fue estrenado en el presente año.
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