Por:
Jaime López Blanco / Café con Cine
Ya se puede visionar, en
algunas salas de cine comerciales de Puebla, el largometraje titulado “Chicos y
Guillermo, ¡A comer! (Les garcons et Guillaume, À table!, Francia, 2013), ópera prima del también actor Guillaume
Gallienne, con un guión de su propia
autoría. La historia retrata -de manera autobiográfica- el tránsito de
Guillermo de la adolescencia a la adultez, y, la forma en que la relación con
su madre fue configurando gran parte de su identidad o modo de ser.
Aunque el tráiler de la
cinta lo presenta como una comedia desparpajada, lo cierto es que se trata de
un argumento que oscila entre la comedia inteligente y el discurso de avanzada.
Se tocan temas importantes y actuales como la diversidad sexual o la
construcción del yo a partir de la opinión de los demás.
La película arrasó con las
categorías más trascendentales en los César del presente año (el equivalente al
premio Oscar en Francia): Mejor Película; Mejor Ópera Prima; Mejor Actor; Mejor
Adaptación y; Mejor Montaje. También fue exhibida dentro de la edición del año
pasado de Cannes, en la sección denominada “La quincena de los realizadores”.
Uno de sus mejores logros es
conjuntar, que vayan adecuadamente de la mano, lo teatral y lo cinematográfico;
el maravilloso montaje se encarga de esto último. Se percibe una narrativa
fluida, nada atropellada, la cual nunca se ve limitada por el formato solemne
que pudiera llegar a tener el monólogo que hace el personaje principal
(Guillermo), cuando va contando intimidades de su vida, siempre parado sobre un
escenario de teatro minimalista.
La interpretación de
Guillaume Gallienne es excepcional. Actúa como su “Yo adolescente” pero también
personifica a su madre. Esto último lo realiza sin caer en la burda parodia o
la imitación de pastelazo. Los modismos y la entonación de voz que emula de su
progenitora se sienten naturales y sumamente honestos.
Existe una estupenda
secuencia que rinde homenaje a la feminidad del universo. Hay cumplidos para
las mujeres que conforman la familia del realizador y que, de una u otra forma,
lo fueron marcando durante la búsqueda de su identidad y de la consolidación de
su orientación sexual. Sin embargo, el tercer y último acto luce precipitado, luce
abrupto. Además, existe un gag (broma o
chiste) que bien pudo ser contado una sola vez porque, de otra forma, se vuelve
harto predecible y repetitivo (dicho gag incluye la aparición innecesaria de la
actriz Diane Kruger).
De ahí en fuera, ésta cinta,
¡Chicos y Guillermo, a comer!, nos deja ver que Francia ha optado por darle
distribución a una comedia autocrítica y liberal, que encuentra en el humor y
la sensibilidad la mejor manera para hablar acerca de las vicisitudes
existenciales del individuo del siglo XXI; ese que, a pesar de jactarse de ya
ser cosmopolita y moderno, y de haber ya superado otras etapas evolutivas, aún
tiene mucho que aprender y mejorar dentro de los mundos –propios y ajenos- de
la familia y la sexualidad.
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