Daniela Vega, actriz
Fotografía por Eduardo León
Por
Eduardo León.
La obra fue labrada por el artista plástico brasileño
Artur Lescher. Ésta se encuentra elaborada a base de aluminio anodisado y
pulido natural color negro, abrazada por un anillo de latón.
El autor de la contemporánea pieza hermética, representó
en la figura, el huevo de un ave fénix que en su contexto, simboliza la
evocación del vigor y el delirio de inusitadas percepciones inventivas.
En palabras de Lescher: “No se trata propiamente de un
trofeo”, significa un precepto atado al poder creativo del artista para
suscitar aquel frío agitador en los adentros de los concurrentes, engendrando
así la sensibilidad y apreciación común.
El Premio Iberoamericano de Cine Fénix tuvo su primera
velada seductora en el año 2014, organizada desde entonces bajo los faros de
Cinema 23. Asociación que su seudónimo hace referencia a los 22 países que
conforman Iberoamérica y a los talentos fuera de la región pero que se
involucran con la cinematografía.
Siendo un motín de lenguas, culturas y diferencias en la
mente de cada integrante, Cinema 23 explora, analiza, propone, difunde y exhibe
realizaciones de cineastas que anhelan demoler barreras para extender sus
raíces artísticas.
El cada vez más notable Premio/Huevo Fénix ha sido puesto
en manos de cineastas como: Amat Escalante por Heli (2014); Pablo Larraín por
El Club (2015); Kleber Filho por Aquarius (2016) y hace unos días Sebastián
Lelio por Una Mujer Fantástica (2017). El laurel anodisado ha conmemorado la
trayectoria del mexicano Arturo Ripstein o del psicomágico director Alejandro
Jodorowsky.
En la cuarta ceremonia de premiación el pasado 6 de
diciembre, los comentarios respecto a ¿qué contiene el Premio Fénix en su
interior?, adquirieron resonancia entre los cuchicheos y la súplica de la
prensa mexicana hacia los ganadores de la distinción.
Ningún poseedor del carbonizado ovulo se atrevía a
desvanecer la curiosidad en los reporteros. La respuesta era evidente… en el
interior se acogía sosegada la nada. Fin. Pero unos ni siquiera estábamos
seguros de si el premio fuera apto para rotar y otros insistían en que un
Xenomorfo podría emerger del artificio. Sí, claro.
Algunos artistas acreedores al Huevo vacilaron con la
respuesta y hubo un aventurado (que si mi enmarañada memoria no me hace
tropezar patéticamente), el colombiano Andrés Baiz director de Narcos, abrió el
premio para acentuar la lógica de varios… No existe algo tangible dentro del
premio.
Claro está que todo fue un embarullo surreal que el ocio
en la prensa teatralizó, sin embargo la metáfora es clara. Uno puede mirar y
sospechar el significado del vacío o dejarse decepcionar por la realidad.
Mi opinión es la siguiente: en la oquedad se revuelca el
artista mismo; la nostalgia, el desamor, el desvarío. La lucha. El fin. La
alegría. Y lo más importante de todo: la inspiración como arteria a la
transgresión del hombre por medio del arte que engulle nuestros sentidos, el
cine.
Hasta la quinta edición…
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