miércoles, 28 de febrero de 2018

Operación Red Sparrow (Red Sparrow) | Crítica


Por Eduardo León

El austriaco Francis Lawrence, director de Constantine, Soy Leyenda y de la rentable saga de Los Juegos Del Hambre; aterriza en las pantallas de IMAX con su nuevo largometraje Operación Red Sparrow (Red Sparrow), basado en la novela de Jason Matthews y en esta ocasión, guiado por el suplicio infundado de la actriz Jennifer Lawrence.

Un thriller acontecido en Rusia en donde Dominika Egorova (Lawrence), luego de un infortunio es reclutada por la Academia Sparrow. Un servicio de inteligencia ideado para crear agentes capaces de filtrarse en los huecos y exigencias del hombre, del conspirador, del topo; con el mero fin de servir al Estado.


El ser humano es un rompecabezas de necesidades. Tú tienes que ser aquella pieza faltante. Con la premisa en donde el cuerpo y sus sentidos son refilados para convertirse en el deseo y estilete incrustado en el abdomen del adversario, la cinta inicia de manera entretenida e impulsiva. Durante su trote, la idea se va adormeciendo al igual que nuestros cansados ojos.

Ante un ritmo cardiaco, luego sosegado y sentimental, la película trata de mantener su propuesta muy en alto. Sin embargo la amalgama de situaciones, los involucrados y ejes temáticos en las que se enmaraña de forma un tanto ostentosa, no crean una conexión verosímil con la historia ni mucho menos con sus personajes.


Trazos de personalidades desprovistos de gamas expresivas y de intenciones admisibles, que terminan por no crear complicidad alguna con la persona en la butaca. Ante el cabeceo somnoliento, el rumbo al que pretende llevarnos el director, termina por volverse de nulo interés.

A pesar de ser un filme espacioso y con hartos baches en su narrativa. Las secuencias de estimulante violencia, el entrenamiento inmersivo para convertirse en un Sparrow, el viraje en el clímax de la cinta y los cautivadores encuadres a la belleza de su protagonista, fueron los momentos en donde el cerebro recobraba su disposición.



Con una flemática fotografía. Una música compuesta meramente para crear “tensión” a tientas, y una dupla de cabecera que olvidó su enlace actoral en Moscú, Red Sparrow toma un riesgo en volvernos partícipes de los límites de ambición y poder en una nación.

Un metraje filmado desde la entereza y los bordes de los párpados femeninos. El cual se convierte en una pieza de ocio bastante amena; con escenas, intenciones y un contexto atrayente, así como en aquel cine que en ocasiones merece el individuo a mitad de la caótica semana. Donde sólo queda disfrutar de una buena ampolleta de riñas y espionaje en toda la proporción de una pantalla con tecnología 4k.

Trailer


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