Por Eduardo León.
En cuántas ocasiones, el cine ha inundado sus carteleras
con premisas en las que, de un desastre
natural, emerge el conflicto en la cinta... Desde una lucha por la
supervivencia como en Cast Away (Náufrago, 2000), hasta la atadura afectiva
entre el hombre y la fiera en Life of Pi
(Una aventura Extraordinaria, 2012).
El naufragio por la adversidad, ha sido la aspiración de varios directores.
Pero la propuesta no sólo se halla en la irritación de la
madre naturaleza, sino que han ocurrido hechos e historias reales que ameritan
ser expresadas en un formato cinematográfico. Véase 127 Hours (2010), basada en el trágico accidente del escalador Aron
Ralston. The Impossible (2012), en
donde una familia confronta el tsunami de Indonesia del año 2004. O la reciente
Wild (2014), el tránsito curativo de
la escritora Cheryl Strayed.
Entre la aventura, el drama, la devastación y el suceso
verídico. El director hispano-islandés Baltasar Kormákur, en su más reciente
título A la Deriva (Adrift) revive una tragedia ocurrida
en el otoño de 1983, cuando Tami Oldham y Richard Sharp navegaban rumbo a San
Diego. Un viaje en donde el romance y
tranquilidad de la pareja fueron interrumpidos por el Huracán Raymond.
Protagonizada y producida por Shailene Woodley junto a Sam
Claflin. La dupla actoral refleja un amorío que sí, podría considerarse
como una relación ideal (aquella que todo individuo añora ingenuamente), pero
que con la química de los actores es suficiente para acercarse a los
sentimientos más susceptibles o enmudecidos de los espectadores.
Narrada entre una húmeda, fría y áspera fotografía de la
isla de Tahití. Un argumento atestado de alusiones y prefiguraciones, A la Deriva, pareciera ser el clásico
taquillazo veraniego en el que se recurre (una vez más) al duelo entre el
humano contra la infinidad del océano y la entereza de un vínculo expresivo.
Sin embargo en esta película las emociones recorren una psicología bastante
interesante en los roles principales.
Con su ritmo sosegado, sin exagerar o tropezar en la
aventura melosa. La cinta no recurre al exceso de casualidad para favorecer al
rostro femenino principal, ni se convierte en una historia biográfica
completamente aspiracional. Envueltos en lo salvaje, el director nos va
preparando emocionalmente para un viraje argumentativo en el que reside la personalidad de este largometraje,
mientras nos ahoga en la melancolía.
Kormákur supo expresar con los recursos cinematográficos,
la vivencia y el delirio que Tami Oldham Ashcraft transcribió en su libro Red Sky in Mourning. Un nombre que al
finalizar la proyección despierta inquietud, así como un confuso vacío… Con
todo esto, Adrift o A la Deriva, se convierte en un drama
que no quebranta ideales o sugiere nuevos planteamientos en el nicho cinematográfico.
Pero sin lugar a dudas estimula sentimientos y eso (al menos para mí) resulta
bastante gratificante al acudir a una sala de cine.
Trailer
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