Por Oswaldo Magaña.
Apenas en 2012 Joe Wright deslumbraba con una puesta
en escena técnicamente perfecta, secuenciada y preciosista de la historia de León Tolstói. Con su particular visión
Wright presentaba una arriesgada propuesta coreografiada sin ser un musical y
que le dio, para muchos, una visión fresca a la historia que ha sido contada
tantas veces en cine.
Esta historia clásica de un
amor prohibido e infidelidad, ha tenido varios remakes y cada director imprime
su propia visión. En esta ocasión Karén Shajnazárov (El
asesino del Zar 1991) presenta la historia desde la perspectiva del Conde Vronsky (Maksim Matvéyev), amante de Anna Karenina (Yelizaveta Boiárskaia).
La película comienza 30 años
después de los acontecimientos, dentro de la decadencia del imperio ruso, durante la guerra ruso-japonesa, ahí, en medio
de un campamento de la cruz roja, se encuentra herido el mismo Conde Vronsky,
quien es atendido por el hijo de Anna, Sergei (Kirill Grebenshchikov), quien se desempeña como doctor en las
tropas rusas.
Tras el encuentro con quien
ha odiado toda su vida por haberse llevado a su madre y arruinar su infancia,
Sergei le pide respuestas a Vronsky. Ambos hombres son atormentados por el
pasado y por la misma mujer, uno para entender por qué su madre lo abandonó y
el otro por el recuerdo de una mujer de cuya muerte se siente culpable.
Es así que el Conde comienza
a relatar la historia que vivió con Anna desde su punto de vista. No tienen
mucho tiempo, pues se encuentran en medio de una guerra con Japón y en
cualquier momento llegarán al campamento.
La película tiene una buena
fotografía, los colores vívidos dentro de los recuerdos del Conde. Una
composición impecable y el diseño de vestuario y de producción excelentes.
Cabe destacar la
arquitectura y la manera en que recrearon San Petesburgo de finales de los
1800, El montaje mantiene un ritmo continuo de acontecimientos con el tiempo
preciso para no aburrir al espectador entre los flashback. La historia tiene un
buen tratamiento.
Shajnazárov profundiza un poco en la posible psicosis de Anna mostrándola no tan angelical ni
equilibrada e inexpresiva como en otros filmes. Aquí vemos, sobre todo al final
a una Anna más cerca de la desesperación y la locura por el laberinto en el que
se encuentra.
Esta película se ha
presentado tantas veces que es difícil hacer propuestas sin salirse del
melodrama ni hacerla predecible. Las actuaciones de Maksim Matvéyev y sobre todo la de Yelizaveta Boiárskaia (Anna) quien supo crear una actuación con
matices y no tan plana, son buenas.
Tomando en cuenta que en
2012 se realizó una de las versiones más llamativas, atrevidas y preciosistas
que hay sobre la historia, Shajnazárov
toma una salida alterna en la historia y aunque no es excelente sale bien
librado y crea una buena pieza de este drama, sobre todo con un guion que ofrece
una versión nueva del relato ya conocido.
Trailer
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