Por Oswaldo Magaña.
Un veterano de guerra en
banca rota, pescador y que vive en una isla, está obsesionado con capturar a su
némesis del mar, un atún enorme que le ha hecho ver su suerte y por el que no
le importa perder dinero o incluso su barco. Es un trofeo que debe ganar.
Baker Dill (Matthew McConaughey) ve alterada su
rutina y su obsesión cuando su ex esposa Karen (Anne Hathaway) logra encontrarlo y le pide matar a su marido (Jason Clarke) con quien lleva una
relación de violencia que afecta también al hijo de Baker. Esto crea una nueva
obsesión en su mente y es así como debe decidir si comete un asesinato para
salvar a su hijo de este hombre violento.
Sin embargo, el lazo entre
Baker y su hijo es muy fuerte y pronto comienza a entender que su vida no es
tan normal como él pensaba, más bien todo parece orquestado por algo que va más
allá de su entendimiento y eventos fuera de lo común comienzan a verse en
pantalla.
De eso trata Obsesión, la
película más reciente de Steven Knight
(Locke, 2014) y que pretende ser un thriller
psicológico en donde el planteamiento de la realidad no es lo que parece y
sorprende hasta al más perspicaz. Sin embargo, pretende, porque la película
tiene fallos de narración que la hacen lenta en toda la primera parte.
Sobra demasiado metraje para
establecer la situación de precariedad de Baker al inicio, pero después toma
camino cuando aparece su ex esposa y remonta en su narrativa. Sin embargo al
final, la película no fragua como se espera. Tal como sucede con un buen chiste,
si se tiene que explicar, no era tan bueno.
Tal vez la historia sonaba
muy bien en el libreto pero llevar eso a la pantalla grande no es tarea fácil.
Sobre todo películas que juegan con la mente del espectador. El Origen (2010) por ejemplo, lo hace de
manera magistral y ya se sabe que todo va de la mente de los personajes, en sus
sueños. Sin embargo aquí, se nota una especie de trampa narrativa para que no
se sospeche nada hasta el final.
Lo cual deja más preguntas
que respuestas y si bien una historia así puede funcionar, tal parece que el
tiempo desperdiciado en el inicio hubiera servido más en el desenlace. Pues se
siente muy abrupto. No es que esté mal, este tipo de historias ya han funcionado,
por ejemplo, El sexto sentido (1999)
plantea una situación similar en donde el final sorprende al espectador y lo
descoloca, sí, pero cierra perfectamente la historia sin dejar cabos sueltos.
La paleta de colores es muy
vívida, con mucha nitidez y alto contraste, la luminosidad es alta, las escenas
en el mar muy bien logradas, la composición es realmente buena, el trabajo de Jack N. Green (Los puentes de Madison, 1995) ha ido evolucionando y se nota. El
estilo del filme sugiere que algo no está bien, todo luce en ocasiones
demasiado perfecto.
Las interpretaciones de McConaughey siempre destacan, es un
actor nato que entrega todo en escena y siempre es un deleite verlo actuar. Jason Clarke tiene un papel que le ha
quedado como anillo al dedo. El trabajo de Hathaway
es bueno, convence a ratos.
El tono existencialista de
la película puede llegar a confundir a algunos y atrapar a otros, al final, es
una propuesta interesante, que si bien tiene detalles de narrativa, los
elementos que esconde, los patrones, los planteamientos de diferentes
realidades, en donde un “personaje” puede llegar a tomar consciencia de sí
mismo, es de lo más rescatable.
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