domingo, 25 de agosto de 2019

Había una vez en Hollywood | Reseña




Por: Elías Michel. 

1969. Un niño de 6 años acompaña a su madre a ver una comedia de espías protagonizada por Dean Martin y un grupo de mujeres que provocaría una gran cantidad de suspiros entre sus espectadores. El público ríe a carcajadas con las situaciones a las que se enfrentan los personajes, pero toda la atención está puesta en la mujer que interpreta a Freya Carlson, la simpática asistente del agente Matt Helm. Al salir de la sala de cine, el niño - completamente enamorado de la señorita Carlson - observa el poster de The Wrecking Crew y le pregunta a su madre quién es la mujer que le robó el corazón, a la que su madre señala y le responde: Sharon Tate

The Wrecking Crew llegó a las salas estadounidenses en una época muy determinante para Hollywood. Por un lado, la industria se estaba despidiendo de los convencionalismos y cuidadosos valores morales que el Código Hays le había impuesto a la audiencia durante más de tres décadas; por otro lado, trataba de actualizar el contenido de sus producciones a un público decidido a derribar los formulismos superficiales que el acelerado cambio social de su entorno les proponía. 

Este fenómeno contracultural nacido en consecuencia del movimiento de los derechos civiles, la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, la libertad sexual y la popularización de las drogas psicodélicas, estaba impulsando una gigantesca revolución cultural que se extendía desde las calles y los espacios juveniles hasta las pantallas de cine y las estaciones de radio. Pero en medio de toda esta revuelta, se abrieron brechas que desfavorecían a aquellos grupos que nadie reconocía ni reclamaba. 

(Sharon Tate | Sesión fotográfica The Wrecking Crew) 

Sharon Tate, la obsesión platónica del pequeño Quentin Tarantino, era una participe activa del nuevo cine norteamericano que Hollywood comenzaba a exponer a finales de la década. Interpretaba a chicas dulces y sensibles, pero sin miedo a negar sus características eróticas y sexuales. Sin embargo, apenas unos meses después del estreno de The Wrecking Crew, el bello rostro que representaba la nueva cara del cine estadounidense, fue silenciada para siempre a manos de un peligroso grupo criminal; la familia Manson fue la responsable del fin de este sueño y los causantes de una paranoia masiva que sigue haciendo ecos en el imaginario de California. 

50 años después de la mayor pesadilla de la ciudad de los sueños, el niño convertido en cineasta decide utilizar la capsula del tiempo para sanar las heridas de una industria fracturada por la tragedia, con un ejercicio que lo obliga a replantearse como habría sido la historia si sus más grandes deseos se hubieran hecho realidad. En la mente de Tarantino, la fidelidad de los hechos es lo que menos importa, y es una característica que se ha convertido en su sello personal durante la última década. 

En el Hollywood de Tarantino habita Rick Dalton, una estrella de televisión que durante los años 50 era la sensación gracias a su programa Bounty Law, donde su doble de riesgo y mejor amigo Cliff Booth se encargaba de cuidar su espalda. En un abrir y cerrar de ojos, quien fuera el icono de una época se había convertido en un actor obsoleto que solo conseguiría trabajos que el consideraría denigrantes en westerns italianos y como actor invitado en programas donde interpretaría a los antagonistas de la semana. 


Mientras Rick se lamenta por la posición en la que se encuentra dentro de la industria, Cliff Booth, ahora convertido en chofer y asistente personal de Rick por la mala reputación que le costó su lugar en Hollywood, encuentra la felicidad en los pequeños detalles como los paseos incesantes por las calles de Los Ángeles, los jugueteos con su perra Brandy y por supuesto, la compañía de su mejor amigo Rick Dalton. 

Después de un paseo, Rick encuentra una motivación al descubrir que ha estado viviendo al lado de su director favorito Roman Polanski y su esposa Sharon Tate, y comienza a fantasear con la idea de conocerlos para elevar su estatus y si existe la posibilidad, trabajar algún día para Polanski. 

Tarantino utiliza la figura de Sharon Tate como un contraste de lo que representa Rick Dalton para la industria. El actor olvidado que batalla para recordar sus limitados diálogos jamás alcanzará el estatus de la actriz más prometedora del momento. La sutileza que le impregna Margot Robbie a Sharon Tate es una de las interpretaciones más cautivadoras e hipnotizantes de la carrera de Tarantino. 


Tuvimos que esperar casi tres décadas para ver la primera colaboración de Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, dos de las más grandes superestrellas que ha visto Hollywood. DiCaprio desaparece por completo en el papel de Rick Dalton, y en una escena que involucra la grabación de una secuencia con una inolvidable niña nos confirma por qué es considerado el mejor actor de su generación. Brad Pitt tuvo la fortuna de recibir uno de los mejores personajes que ha escrito Tarantino en su carrera y le saca todo el provecho entregándonos un antihéroe entrañable que se lleva los mejores momentos de la película. Mención aparte a Julia Butters, que se roba la pantalla como la pequeña actriz de método que protagoniza el show donde actúa Rick Dalton, y a Margaret Qualley, que le da vida a Pussycat, una hippie extrovertida que se cruza en el camino de Cliff Booth. 

Tarantino se aleja de sus temas convencionales para contar un relato personal sobre el mundo que mejor conoce. Acá no hay historias de venganza, ni protagonistas involucrados en la vida criminal. Solo tenemos un puñado de actores haciendo lo que mejor saben hacer: convencer al mundo de que están viviendo una vida ajena a la suya. 

Había una Vez… en Hollywood es un homenaje a una era que enamoró a un pequeño niño que se convertiría en una leyenda del cine. Un homenaje a una industria que hoy parecería inalcanzable. Un homenaje a los héroes de la televisión que admirábamos cuando éramos niños. Un homenaje al primer amor platónico que tuvimos en el cine. Y sobre todo, un homenaje a quienes no tuvieron una segunda oportunidad.

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