Por Diego Rodmor.
El género de acción dentro del cine tuvo su máximo esplendor durante la década de los ochenta y la mayoría de quienes nacimos en aquella época dorada guardamos en nuestra memoria rostros como el de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Jean-Claude Van Damme, Steven Seagal o Chuck Norris cuando hablamos de los tipos rudos del cine de nuestra infancia.
Películas como Operación Dragón, Rocky, Comando, Rambo o Contacto Sangriento se convirtieron en producciones icónicas con el paso del tiempo y aunque muchos de estos largometrajes tuvieron varias secuelas debido al éxito de sus geniales personajes, poco a poco el género decayó, las reglas cambiaron, los personajes quedaron en el pasado y los nuevos tiempos llegaron como un ocaso para estas leyendas de la pantalla grande.
Sin embargo, durante este nuevo siglo se ha tratado de explorar la vida de estos ídolos ochenteros en un contexto más contemporáneo, mostrando sus decadentes destinos dentro de los nuevos días, tratando de darles un nuevo respiro que los rescate del olvido entre las nuevas generaciones. El resultado en las taquillas es obvio pues a pesar de contar con un importante legado, el choque es brutal si los ponemos a competir con temas de mayor actualidad como el cine de superhéroes.
Aun así, existimos varios nostálgicos que corremos a las salas de cine para presenciar las últimas batallas y los epílogos de las historias de estos grandiosos personajes del género. Por esa razón fui a ver Rambo: Last Blood, última entrega en la que Sylvester Stallone se despide de John Rambo, uno de los personajes más icónicos del cine de aquellas épocas.
La quinta entrega de la saga, ubicada diez años después de la anterior, nos muestra a un John Rambo retirado, viviendo tranquilamente en el rancho de su padre en Estados Unidos, cuidando a una mujer mexicana y a su hija, interpretadas por Adriana Barraza e Yvette Monreal respectivamente. En un principio la película explora el aspecto paternal del personaje, cuestión que no se había visto en los otros filmes. Pronto la joven hija adoptiva de Rambo viajará en secreto hasta México en un intento por explorar su pasado y cayendo repentinamente en las garras de un cartel de la droga mexicano. Rambo tendrá que viajar a tierras aztecas para liquidar a los narcotraficantes y rescatar a esta adolescente mexicana, luchando además con los demonios internos que aún lo aquejan.
El filme ha sido recibido de forma tibia por los espectadores más jóvenes y esto se debe a que reúne todas las características básicas de aquellos exitosos trabajos surgidos durante la década de los ochenta. Dicho de otro modo, estamos ante una película con toda la estructura de las películas clásicas del género ubicada en una época contemporánea. Un héroe solitario, rudo, atormentado, que viaja para rescatar a la chica desvalida para terminar combatiendo cuerpo a cuerpo a toda una banda criminal utilizando también armas de todo tipo.
Desafortunadamente este aspecto es su principal virtud pero también su gran defecto ya que termina satisfaciendo a aquellos seguidores empedernidos del género pero al mismo tiempo el espectador promedio puede sentir el relato desplazado o exagerado si se compara con otros proyectos contemporáneos.
La cinta da un giro dentro de su propia historia alejándose del tema de la guerra para abordar la venganza como motor principal de la trama, pero por momentos es inevitable pensar en películas como Búsqueda Implacable o Sin Lugar Para Los Débiles.
Otro aspecto en su contra es la forma en la que se presenta a nuestro país, cuestión que a pesar de ser aclarada por el mismo Stallone, quien dijo que la película hablaba sobre la trata de blancas, el narcotráfico y no sobre México, quizá pueda herir susceptibilidades al tratarse de un producto norteamericano. Un dato curioso sobre este punto es el rechazo del actor mexicano Joaquín Cosío ante el proyecto; él había sido invitado a participar pero declinó debido a diferencias creativas.
Por otro lado, el largometraje cumple como película del género al darle matices nuevos a un personaje que parecía haber sido explorado por completo. Además de abordar su lado paternal como mencioné anteriormente, resulta interesante ver a un Rambo en la tercera edad, lidiando todavía con sus demonios del pasado, intentando adaptarse a estos tiempos que, como él dice, son peores que aquellos en los que vivió. El personaje se verá inmiscuido en una situación que desatará su ira de una forma brutal, violenta y a través de gráficas y geniales secuencias de acción, para buscar al mismo tiempo su redención.
Aunada a esto, Rambo: Last Blood cuenta con la participación de Paz Vega como una periodista obsesionada con el tema de la trata de blancas y con la actuación antagónica del gran Óscar Jaenada, a quien no dejo de ver como Cantinflas.
La última de Rambo es adrenalina pura, acción hecha a la vieja escuela, relato genérico cuyo objetivo es entretener, película que nos muestra a un héroe mítico desatando su venganza de una forma violenta. La historia es lo de menos en este tipo de filmes y sin embargo es atractivo el contexto familiar en el que colocan a este personaje. El tercer acto es delirante, sangriento, apoteósico.
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