De cordura, ni una pizca. Ahora lo recuerdo pero antes: un estruendo horroroso, toda la artillería zumba, explota, nuestros heridos vociferan... Y los no heridos también aúllan como lobos, de miedo mortal... No hay nada más horrible que ese miedo... ¿Adónde quieren que vayas?... No avanzas, la gente se apiña... Los jóvenes chillan y rugen como bestias…
-Testimonio tomado de El pueblo en la guerra, Sofía Fedórchenko
Por Carolina García.
En tiempos donde la sociedad se preocupa por recibir cantidades absurdas de likes, se incomoda por un seen y se irrita por un unfollow, llega 1917 (dirigida por Sam Mendes) como una remembranza más, sobre la podredumbre humana maximizada a través de la ciencia y la tecnología.
La travesía de Schofield y Blake, encarnados por George MacKay y Dean-Charles Chapman, respectivamente, inicia en un plantío donde al cabo de unos minutos los observaremos salir de sus trincheras para atravesar la línea enemiga (alemana) con dirección al 2° Batallón de Devon y entregar un mensaje que impedirá la muerte de 1600 hombres.
1917 hace una reconstrucción de las condiciones de vida en la guerra. Las vísceras humanas que brotan casi de la tierra, la falta de agua o de comida y las infecciones a las que se exponen los soldados, como si una parte humana se arrancara de ellos para combatir como máquinas una guerra que satisface al poder político. ¿Cuántas vidas se han perdido por poder? ¿Cuánto dolor hay detrás de una guerra por un interés superfluo?
Los personajes a cuadro hacen un contraste de temperamentos, así como de experiencias personales, Chapman hace la interpretación de un Cabo casi infantil que apenas está en el descubrimiento de la vida bélica, mientras que MacKay representa a un hombre que ya ha vivido la guerra antes, que lleva el dolor en su rostro y que, a pesar de proyectarse con rabia en contra de la batalla, logra darle un giro a su personaje y entregar el mensaje en honor a su compañero de lucha y no por el patriotismo implantado por los gobiernos.
En tiempos donde la sociedad se preocupa por recibir cantidades absurdas de likes, se incomoda por un seen y se irrita por un unfollow, llega 1917 (dirigida por Sam Mendes) como una remembranza más, sobre la podredumbre humana maximizada a través de la ciencia y la tecnología.
La travesía de Schofield y Blake, encarnados por George MacKay y Dean-Charles Chapman, respectivamente, inicia en un plantío donde al cabo de unos minutos los observaremos salir de sus trincheras para atravesar la línea enemiga (alemana) con dirección al 2° Batallón de Devon y entregar un mensaje que impedirá la muerte de 1600 hombres.
1917 hace una reconstrucción de las condiciones de vida en la guerra. Las vísceras humanas que brotan casi de la tierra, la falta de agua o de comida y las infecciones a las que se exponen los soldados, como si una parte humana se arrancara de ellos para combatir como máquinas una guerra que satisface al poder político. ¿Cuántas vidas se han perdido por poder? ¿Cuánto dolor hay detrás de una guerra por un interés superfluo?
Los personajes a cuadro hacen un contraste de temperamentos, así como de experiencias personales, Chapman hace la interpretación de un Cabo casi infantil que apenas está en el descubrimiento de la vida bélica, mientras que MacKay representa a un hombre que ya ha vivido la guerra antes, que lleva el dolor en su rostro y que, a pesar de proyectarse con rabia en contra de la batalla, logra darle un giro a su personaje y entregar el mensaje en honor a su compañero de lucha y no por el patriotismo implantado por los gobiernos.
Aunque la película inglesa ha sido halagada por su producción, como lo es el trabajo del plano secuencia (armado, sin olvidar que las escenas están hechas en grandes planos secuencia) que acompaña a los personajes, posiblemente se deja de lado los cuadros actantes. La construcción de Schofield muestra la no superficialidad de un Cabo… Para aquellos que les hacen creer que las medallas y los trofeos valen aún más que la vida, Schofield hace pedazos su discurso patriótico con apenas un diálogo que le dice a Blake sobre las medallas: es sólo un poco de hojalata. No te hace especial, no hace ninguna diferencia para nadie.
El plano secuencia construido en un montaje gracias a Lee Smith, hace del rodaje una inmersión expectante, pero no para uno sólo de los personajes. La perspectiva es panorámica y deja entrever la atmósfera con totalidad, a diferencia de otros planos secuencia (reales) como El hijo de Saúl (Lázló Nemes) o Victoria (Sebastian Schipper), donde la inmersión se vuelve más personal.
Mendes, a través del arte cinematográfico, hace de 1917 un retrato de los miles de humanos que atravesaron la miseria desde un campo de batalla, no es la historia de Schofield, ni la de Blake, es la de un tumulto de vidas que sollozaron después de cumplir una orden de “alto mando”.
Este año, 1917 se debate entre diez nominaciones por el Oscar, donde se destaca como Mejor película y Mejor dirección. En el 2000, Mendes inauguró el siglo con el Oscar a Mejor película y Mejor dirección, eso, sin contar los galardones que se llevaron Kevin Spacey, Alan Ball y Conrad L. Hall por Mejor actor, Mejor guion original y Mejor fotografía por American Beauty. La película distribuida por Universal Pictures permanece en cartelera a unos cuantos días de conocer si será reconocida por la Academia de Hollywood.
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