Por Elihú Juárez
Club Sándwich es el
tercer largometraje del cineasta mexicano Fernando Eimbcke, que se estrenará
finalmente el próximo 20 de noviembre tras una exitosa carrera en diferentes
festivales y que le otorgó el premio a mejor director en el festival de San Sebastián.
La historia es
simple: Paloma (María Renée Prudencio) es una madre que mantiene una relación
bastante cercana e intensa con su hijo Héctor (Lucio Giménez Cacho), un
adolescente recién descubriendo su sexualidad. Mientras están de vacaciones, Héctor
conoce a Jazmín (Danae Reynaud Romero), y sus deseos de estar a solas con ella
se ven frustrados por su madre, que se está dando cuenta de que Héctor ya no quiere
más su compañía y está dejando de ser un niño.
La gran virtud de
Club Sándwich es que con una premisa tan sencilla y aparentemente banal,
Eimbcke logra contar una historia agradable, llena de naturalidad y que es,
principalmente, muy honesta y real. Héctor es un adolescente como cualquier
otro, regordete, se aburre con facilidad y se masturba. Detalles tan sutiles
como el crecimiento del bigote o no hacerle caso a su madre, logran que
conectemos de manera rápida con el personaje, puesto que ¿quién no pasó por
eso? (claro, en caso de ser hombre).
Sin embargo, el
conflicto más interesante sucede con Paloma, una mujer que ha trasladado su
falta de una figura masculina en su vida hacia su hijo, olvidando que éste
pronto crecerá y se apartará de ella. Cuando eso comienza a suceder, las
reacciones de Paloma constituyen la parte más cómica de la película y con
diálogos ácidos la actriz María Renée refleja a la perfección la frustración y
confusión que supone ver a Héctor crecer.
La amenaza de
Jazmín le da un soplo de aire fresco a la película, y el conflicto avanza con
pausa pero sin que el interés del espectador decaiga. El final es muy correcto,
inevitable y conmovedor al mismo tiempo, en la que ninguna palabra fue dicha.
Es un filme
contemplativo, los diálogos que hay son los justos y necesarios, puesto que
todo está en lo que los personajes comunican con su cuerpo, gestos y miradas.
Es aquí donde la película explota su potencial para dejar que las reacciones
del trío protagonista surjan como lo harían en la vida real.
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