jueves, 8 de enero de 2015

“Gloria”, Más que una papa sin catsup




Por: Jaime López Blanco

Los ingredientes, poco a poco, van poniéndose sobre la mesa. Una nutrida lente de Martín Boege (“Ciudadano Buelna”; “El violín”), el cinefotógrafo, nos introduce a la nostalgia de los denominados “los horribles 80´s”. Mientras varias jóvenes esperan su llamado, sentadas sobre unos muebles que parecen sacados de la sala de “Papá Soltero” (aquella serie televisiva protagonizada por César Costa), un plano cerrado de unos zapatos viejos y rotos nos conducen  de inmediato a conocer a la protagonista de la película, Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz. El deseo juvenil por alcanzar la fama  es el primer platillo de este banquete fílmico.

Para que ese platillo sea servido, se vuelve inevitable conocer al mesero que nos lo traerá. Es así como aparece Sergio Andrade, el antagonista de ésta historia. El ingrediente que, indudablemente, le pone el toque “picante” a la comida principal. Y se nos presenta, no como una lineal parodia ni como una imitación burda del mentor/amante/cómplice/verdugo de Gloria Trevi, sino como un personaje auténtico brillantemente bordado por la interpretación de Marco Pérez, el otrora hermano de Gael García Bernal en la ficción de “Amores Perros”, de Alejandro González Iñárritu.

Marco Pérez es Sergio Andrade: el monstruo, el machista, el egocéntrico, el soberbio musical, pero también el hombre alucinado, el visionario, el anti convencional, que vive y cree en sus propias reglas; reglas que aunque sobrepasen los límites de la legalidad y la justicia, las percibe  y siente normales, como si no creyera en las consecuencias de sus actos.  El físico, las entonaciones de voz, las posturas, los ademanes, las expresiones en sus ojos y sus alaridos, hacen que la actuación de Marco Pérez se convierta en un exquisito bocado histriónico que quieres repetir, más viendo el irregular menú cinematográfico nacional disponible actualmente.

Sofía Espinosa no se queda atrás. Aprovecha su Gloria Trevi para demostrarnos que no solamente actúa, sino que también canta. Su esfuerzo se valora y nos habla de una actriz comprometida. Trata de interpretar a su personaje desde una trinchera justa, una que no juzgue ni señale a su ser, sino que se apodere de los sentimientos de su personaje. Sentimientos que, indudablemente, se oponen entre sí: va desde la admiración y sacrificio por su “príncipe azul” hasta la tristeza y el enojo para con su verdugo.

Quizá, lo único que puede causar indigestión en este caso son algunas recreaciones chafas de personas del espectáculo nacional, cuyos caminos se vieron entrecruzados con el ascenso y descenso de la carrera de Gloria Trevi. Así tenemos una Patricia Chapoy y un Raúl Velasco algo falsos y exagerados en sus actuaciones, más no así en sus caracterizaciones. Además, sería decoroso  preguntarle a Aline Hernández su opinión sobre la recreación de si misma en la cinta “Gloria”, ya que, sin lugar a dudas, no la favorece en nada. También sobra decir que la historia es algo tendenciosa y justifica, en parte, las acciones de Gloria Trevi, lo que le resta honestidad y justicia al relato de uno de los escándalos mediáticos más grandes y famosos de la farándula mexicana.  

Sin embargo, el vestuario, la fotografía, el maquillaje, la dirección de arte, el montaje y la dirección principal son de primera categoría. Recrean de manera adecuada el paso del tiempo en el contexto de los dos personajes principales de la trama. A pesar de tratarse de una ópera prima se percibe profesionalismo y buen ojo fílmico para contar lo que se está plasmando, todo basado – supuestamente - en las letras de la dramaturga Sabina Berman. Es un bocado cinematográfico que entretiene y satisface más de lo esperado. Deja mejor sabor de boca que “Cantinflas” o “La dictadura perfecta”. No hostiga ni empacha.   

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