Con la conciencia aquejada por la perversidad del
utensilio inteligente, y con el abdomen apretujado por las carcajadas, fue como
la película Perfectos Desconocidos culminó su función, e inició el nerviosismo
sobre la decadencia de la humanidad ante las tenacillas de las redes sociales.
Bajo la frase Todos tenemos una vida secreta, el
director y guionista español Alex de la Iglesia, compone un drama con zarpazos
de humor negro, en donde siete conocidos acuden a una cena e inician una jugarreta
en la cual todos deben alojar su celular en la mesa y leer a los asistentes,
las llamadas y mensajes que reciban.
Entre una sinopsis interesante y un habilidoso guión, la
historia se desenvuelve en una velada abrigada por la presunción, las disputas,
la profecía y un eclipse escarlata que nos inmiscuye en los secretos que se
amenizan bajo la sombra y apariencia de cada uno de los siete protagonistas.
Un campo de concentración es la puesta en escena en donde
el artefacto que nos facilita y conecta con el mundo virtual, funciona como el
antagonista e hilo conductor de la cinta. Una hebra artificiosa en la cual los
personajes resguardan sus perversiones, infidelidades, orientaciones sexuales y
su carente autoestima.
Una narrativa presurosa que se compara a una contienda de
tenis de mesa; virajes y recorridos impetuosos de cámara; diálogos extensos que
concretan el ambiente y la psicología de los personajes, y una armada actoral
con talentos como: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana
Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández y Pepón Nieto.
Noventa y siete minutos de metraje que pintan a una
sociedad joven y adulta hipnotizada ante los nuevos paradigmas del incesante
progreso. Mentiras, decepciones, fantasías, deseos, inseguridades y temor se
alojan silenciosos en el aparato esencial en el que torpe y ociosamente
montamos otro rol y otra careta de nuestras vidas.
Trailer
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