Por Diego Rodmor.
Explorar la complejidad de las relaciones humanas ha sido un tema que muchos cineastas han abordado a lo largo de su trayectoria. Alexander Payne es uno de ellos y lo ha hecho de forma admirable a través de una filmografía más indie y con títulos memorables como Entre Copas, Los Descendientes y Nebraska. Ahora, con su nueva película Pequeña Gran Vida, apuesta por un proyecto más comercial y se adentra en la ciencia ficción para mostrarnos de nueva cuenta aquella obsesión que ha caracterizado a su obra.
La película nos presenta un mundo en el que los avances científicos permiten minimizar a la gente. Una vez pequeños, sus ahorros se multiplican y pueden tener una vida llena de lujos en una pequeña ciudad adaptada para una sociedad que mide unos cuantos centímetros. Esto ayudará también a controlar el calentamiento global y mantener mejor al planeta. Paul Safranek y su esposa deciden intentarlo arriesgándose a dejar su vida atrás. Sin embargo, cuando llega el momento, ella lo deja solo en este nuevo y peculiar mundo.
Alexander Payne regresa con una historia en la que trabajó durante varios años y es hasta ahora cuando ha podido ver la luz. Un proyecto dispuesto a cautivar al público en general pero que también cuenta con una infinidad de elementos como si de un almanaque se tratara. Algo que era de esperarse al hablar de un director como él.
La cinta resulta atractiva desde el planteamiento de esa pequeña utopía la cual, desde luego, nos muestra aquella obsesión por cumplir el sueño americano. La lógica de este universo es bastante aceptable y es así como el cineasta realiza una sátira social en la que, junto con el protagonista, somos testigos de la falacia que construye ese pequeño y perfecto mundo. Ahí dentro y como la mayoría de los personajes que caracterizan la filmografía de este autor norteamericano, el protagonista iniciará un viaje en el que realizará su búsqueda interna a través de un camino que lo llevará por falsedades, ideologías y actos altruistas.
A pesar de que el filme se apoya en un género que resulta atractivo y cuenta con sorprendentes efectos especiales, termina disfrutándose debido a los geniales personajes que presenta. Matt Damon encabeza el proyecto y de nueva cuenta logra generar esa empatía con el espectador, justo como en casi todos los largometrajes que protagoniza. Mismo es el caso de Christoph Waltz, quien resulta encantador en su papel de vecino pícaro que disfruta de los lujos de su nueva vida sin preocupación por los males externos que aquejan al planeta. Sin embargo es la actriz tailandesa Hong Chau quien sorprende con un simpático personaje que termina robándose varios momentos del filme y que acompañará al personaje principal en su búsqueda.
La película logra entretener y al mismo tiempo nos hace reflexionar sobre nuestra realidad. Nada mejor que hacerlo desde la ciencia ficcion y con un director como Alexander Payne al mando. El tratamiento que se le da al relato es fascinante, cumple con las expectativas, produce todo un vaivén de sensaciones, sorprende al espectador y a pesar de sus dos horas y media de duración jamás resulta pesado. Una opción original y atractiva para este fin de semana.
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