Por Carolina García
La muerte ha seducido la cabeza del
hombre hasta configurarse en la ficción del séptimo arte adquiriendo formas inagotables…
Si en el subsuelo existieran criaturas
nocturnas que se alimentan de carne humana ¿qué pasaría? O si el sol
incrementara su temperatura hasta contaminar las entrañas para ni siquiera
matar sino quedarse medio tendidos en el óbito. ¿Qué haríamos si a un grupo de
científicos se les escapa un virus potencialmente inhumano y éste infectara
vidas? Fueron, probablemente, algunas de las interrogantes de literatos y
directores que se hicieron antes de crear sus obras. ¿O acaso habrá sido alguna
clase de sistema opresor connotado? Fantasía o no, Dominique Rocher, junto a CineCanibal, trae a la pantalla La Noche Devoró al Mundo,
acogida por el Festival de Tribeca y descrita como una película innovadora
dentro del género zombi.
La cruenta cinta da inicio en medio de
la banalidad del ser donde se acostumbra a sumergir las míseras vidas en
bebida, música y los tan llamados amigos. Anders
Danielsen quien encarna a nuestro personaje protagonista, Sam, se involucra
en el festín porque los tapes de su
infancia se trastocaron en las cajas de mudanza de Fanny su ex novia,
personificada por Sigrid Bouaziz,
así que se ve obligado a asistir al apartamento sin saber del festejo.
Hastiado de la falsedad humana, con
unos tragos ya en la sangre y un tanto receloso, se encierra en un cuarto de
azul intenso donde queda a esperar a Fanny mientras encuentra sus casetes hasta
que el sueño se adueña de él. Para el amanecer, la noche había terminado con el terror, salpicado de sangre, tripas oleosas, sesos abundantes en todo el
edificio y las calles más cercanas, así es como Sam busca la sobrevivencia en
su nuevo hogar.
La trama desenvuelta en París, a
metros de donde se aprecia la Torre Eiffel, con una atmósfera, antes del
ataque, plagada de colores intensos, sobre todo del rojo en una primera ventana
al inicio, para luego evolucionar y transformar la emoción en melancolía con
una paleta fría que acompaña el sentimiento de nuestro personaje protagonista,
causa taciturnidad y, al mismo tiempo, el espectador logra identificarse con
esa demencia que ocasiona la soledad al grado de querer volarse los sesos para
no terminar como sus compatriotas.
Buscar en la historia universal y
encontrar cuándo fue acuñado por primera vez el término muerto viviente o zombi,
posiblemente, nos encontraríamos con el pasmo que date de hace siglos, lo que
es más cierto, es que en los últimos años se ha vendido una conceptualización
de esta pandemia con tintes modernos, una de un contagiado voraz, rápido e
inteligente que tiene pocas debilidades, como la luz, las enfermedades o la
sangre de un hombre súper dotado, visto en cintas comerciales como Resident Evil (Paul W. S. Anderson,
2002), 28 días después (Danny Boyle,
2002), Soy leyenda (Francis
Lawrence, 2007), Guerra mundial Z
(Marc Forster, 2013) o La saga The Maze
runner (Wess Ball, 2014-2018), mismas que propusieron acabar con la clásica
pintura del muerto viviente lento y no precisamente intrépido obteniendo una
subclase zombi, premisa que se retoma en el nuevo rodaje de Rocher, bien aterrizado
para la supervivencia del protagonista, que no es superhombre, que sangra y que
en su despensa sólo posee unas cuantas latas de comida y un rifle para
defenderse.
Danielsen entrega su trabajo actoral
con la mera gesticulación, provocando sensaciones de confusión, tristeza y
enojo. Contextualizando en una era tecnológica donde observamos la presencia de
celulares quedan algunos cabos sueltos, como ¿por qué Sam nunca llamó al
teléfono, buscó un televisor o una radio? Haciendo un pacto con la ficción y
firmando ese contrato que siempre hacemos al entrar a una sala de cine.
El argumento de posicionar a una
persona sin poderes, sin conocimiento en medicina o con múltiples armas hace un
rodaje muy cercano al público, logra empatía y acierta en el uso de personajes
incidentales, como curiosamente un infectado que aparentemente se vuelve cercano
a Sam, personificado por Denis Lavant,
o la mujer que le abre los ojos al mismo para no echar raíces en un edificio a
punto de ser invadido por la infección, interpretado por Golshifteh Farahani, bien aparecidos para acercarnos a lo íntimo
del personaje a cuadro.
La vehemencia humana ha embargado el
egocentrismo de imaginar un mundo donde uno es el único ser sobreviviente de
una mortandad mundial, 28 días después y Soy leyenda vuelven a esta idea como
en La Noche Devoró al Mundo, que mientras avanza el minutero, los sujetos caen en cuenta que no fueron los últimos.
La película basada en la novela de Pit Agarmen estrenará en México el
próximo 26 de julio y aunque toma nociones de historias pasadas no quedará en el
baúl como una más de zombis.
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