miércoles, 25 de julio de 2018

La Noche Devoró al Mundo (Le nuit a dévoré le monde) | Reseña



Por Carolina García

La muerte ha seducido la cabeza del hombre hasta configurarse en la ficción del séptimo arte adquiriendo formas inagotables…

Si en el subsuelo existieran criaturas nocturnas que se alimentan de carne humana ¿qué pasaría? O si el sol incrementara su temperatura hasta contaminar las entrañas para ni siquiera matar sino quedarse medio tendidos en el óbito. ¿Qué haríamos si a un grupo de científicos se les escapa un virus potencialmente inhumano y éste infectara vidas? Fueron, probablemente, algunas de las interrogantes de literatos y directores que se hicieron antes de crear sus obras. ¿O acaso habrá sido alguna clase de sistema opresor connotado? Fantasía o no, Dominique Rocher, junto a CineCanibal, trae a la pantalla La Noche Devoró al Mundo, acogida por el Festival de Tribeca y descrita como una película innovadora dentro del género zombi.

La cruenta cinta da inicio en medio de la banalidad del ser donde se acostumbra a sumergir las míseras vidas en bebida, música y los tan llamados amigos. Anders Danielsen quien encarna a nuestro personaje protagonista, Sam, se involucra en el festín porque los tapes de su infancia se trastocaron en las cajas de mudanza de Fanny su ex novia, personificada por Sigrid Bouaziz, así que se ve obligado a asistir al apartamento sin saber del festejo.

Hastiado de la falsedad humana, con unos tragos ya en la sangre y un tanto receloso, se encierra en un cuarto de azul intenso donde queda a esperar a Fanny mientras encuentra sus casetes hasta que el sueño se adueña de él. Para el amanecer, la noche había terminado con el terror, salpicado de sangre, tripas oleosas, sesos abundantes en todo el edificio y las calles más cercanas, así es como Sam busca la sobrevivencia en su nuevo hogar.


La trama desenvuelta en París, a metros de donde se aprecia la Torre Eiffel, con una atmósfera, antes del ataque, plagada de colores intensos, sobre todo del rojo en una primera ventana al inicio, para luego evolucionar y transformar la emoción en melancolía con una paleta fría que acompaña el sentimiento de nuestro personaje protagonista, causa taciturnidad y, al mismo tiempo, el espectador logra identificarse con esa demencia que ocasiona la soledad al grado de querer volarse los sesos para no terminar como sus compatriotas.

Buscar en la historia universal y encontrar cuándo fue acuñado por primera vez el término muerto viviente o zombi, posiblemente, nos encontraríamos con el pasmo que date de hace siglos, lo que es más cierto, es que en los últimos años se ha vendido una conceptualización de esta pandemia con tintes modernos, una de un contagiado voraz, rápido e inteligente que tiene pocas debilidades, como la luz, las enfermedades o la sangre de un hombre súper dotado, visto en cintas comerciales como Resident Evil (Paul W. S. Anderson, 2002), 28 días después (Danny Boyle, 2002), Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007), Guerra mundial Z (Marc Forster, 2013) o La saga The Maze runner (Wess Ball, 2014-2018), mismas que propusieron acabar con la clásica pintura del muerto viviente lento y no precisamente intrépido obteniendo una subclase zombi, premisa que se retoma en el nuevo rodaje de Rocher, bien aterrizado para la supervivencia del protagonista, que no es superhombre, que sangra y que en su despensa sólo posee unas cuantas latas de comida y un rifle para defenderse.

Danielsen entrega su trabajo actoral con la mera gesticulación, provocando sensaciones de confusión, tristeza y enojo. Contextualizando en una era tecnológica donde observamos la presencia de celulares quedan algunos cabos sueltos, como ¿por qué Sam nunca llamó al teléfono, buscó un televisor o una radio? Haciendo un pacto con la ficción y firmando ese contrato que siempre hacemos al entrar a una sala de cine.


El argumento de posicionar a una persona sin poderes, sin conocimiento en medicina o con múltiples armas hace un rodaje muy cercano al público, logra empatía y acierta en el uso de personajes incidentales, como curiosamente un infectado que aparentemente se vuelve cercano a Sam, personificado por Denis Lavant, o la mujer que le abre los ojos al mismo para no echar raíces en un edificio a punto de ser invadido por la infección, interpretado por Golshifteh Farahani, bien aparecidos para acercarnos a lo íntimo del personaje a cuadro.

La vehemencia humana ha embargado el egocentrismo de imaginar un mundo donde uno es el único ser sobreviviente de una mortandad mundial, 28 días después y Soy leyenda vuelven a esta idea como en La Noche Devoró al Mundo, que mientras avanza el minutero, los sujetos caen en cuenta que no fueron los últimos.

La película basada en la novela de Pit Agarmen estrenará en México el próximo 26 de julio y aunque toma nociones de historias pasadas no quedará en el baúl como una más de zombis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario