Por Mei.
La nostalgia nunca pasa de moda
porque aquello que nos hizo feliz en algún momento siempre lo mantenemos
presente. Ese es el caso de Winnie the Pooh, el osito que ha acompañado un gran
número de infancias por casi cien años y que vemos ahora en esta libre
adaptación cinematográfica.
Desde que comenzaron a aparecer los
promocionales de la película se leían muchos comentarios en redes sociales
sobre el sombrío diseño de los personajes pues estábamos acostumbrados al toque
Disney y los colores fuertes en los peluches, cosa que hace falta en Christopher Robin. En una breve
introducción podemos ver a Christopher de niño jugando con todos en el Bosque
de los Cien Acres, pero incluso en su niñez todo se ve muy opaco. Conforme él
va creciendo y las cosas se van dificultando la historia nos posiciona en una
situación triste sobre la vida real.
Christopher Robin, el niño que
siempre fue alegre, positivo y soñador, pasa a ser un oficinista más que está
absorto totalmente en su trabajo y que, a pesar de tener una esposa e hija, no
se le ha visto sonreír en años. Su matrimonio está a punto de colapsar, al
igual que su trabajo, y en un afortunado accidente Winnie the Pooh llega a
Londres para reencontrarse con él.
Han pasado treinta años desde la última vez
que se vieron, pero el osito lo recuerda perfectamente. Para decepción de
todos, Christopher no está nada feliz de verlo e incluso le representa una
carga, pues el solo quiere volver a trabajar y olvidar que eso alguna vez paso.
En cambio, Pooh no se rinde e inconscientemente alienta a su amigo a resolver
sus problemas y ayudarlo a solucionar los suyos, así que regresan al Bosque de
los Cien Acres treinta años después para pelear contra los efelantes.
Al final el mensaje de la película
es muy claro: enfrentarte con cosas del pasado que antes te hacían feliz y
ahora te disgustan es pesado, pero a veces es porque no quieres aceptar que
debes retroceder a tus raíces para aprender de ello. Los simbolismos pictóricos
y textuales que nos comparte la historia no son fáciles de digerir para un
niño, y aunque tiene momentos de humor y sencillez acompañados de todos los
personajes originales, no es algo que entretenga a menores y muy probablemente
aumente la confusión de los niños cuando vean llorar a los adultos.
La nostalgia no lo es todo esta
vez, la historia no se limita a una continuación adulta de la saga. Invita al
espectador a la introspección de su propia situación y a recordar la felicidad
que le produjo el osito en su infancia cuando era Christopher Robin quien
salvaba a todos del peligro, pero que en esta ocasión era él quien merecía ser
salvado por su creación e imaginación.
Trailer
La película es buenísima
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