Por Eduardo León.
Eran hartas las expectativas que ronroneaban en mi cabeza luego de observar las reacciones y posturas del público internauta en Facebook, respecto al último filme del cineasta Carlos Reygadas. Nuestro Tiempo, es como el chilango apodó a su obra más fresca, la cual me causó una incertidumbre terrible al querer precisar mis ideas ante lo acontecido en la sala de cine.
Y siendo sincero, no sé cómo
se irá desdoblando mi opinión sobre la película, porque casi 3 horas de metraje
en donde la ambiciosa fotografía juguetea con nuestro interior naturalista y el
súbito aletargamiento de la trama, me ocasionaron una incógnita sobre el valor
final que merece la cinta.
Comenzaré exponiendo los
primeros 30 o 40 minutos de la película. Periodo altamente cautivador en donde
nos reconfortamos ante la preciosidad de la anatomía humana en sus diversas
edades. Una cartografía reunida en un puñado de infantes colonizando una presa;
adolescentes exhalando sus pulsiones sexuales y adultos amaestrando a unos
toros y saboreando bebidas alcohólicas. Toda esta faena, inmersa en un
palpitante verano en México.
Hago mención a este
fragmento del film, porque quedé absorto ante los primeros planos a los rostros
o extremidades de los inquietos humanos. La inocencia, los estragos hormonales,
el endurecimiento de los veteranos y el extravío por el cual caían nuestros
oídos en las conversaciones triviales de cada conjunto de individuos, fue un
trancazo a los sentidos para empezar solemnemente la extensa trama.
Pues entre lo que parecía
ser una historia que iba a reunir a varios semblantes desconocidos en pantalla
dentro de un campo en Tlaxcala, los personajes comienzan a ser omitidos y las
situaciones (que en un inicio, se intuían como una aproximación nativa al deseo
de cada sujeto en sus variadas edades), se corrompen fríamente y el argumento
se desvía para poder narrar un drama sobre la ambivalencia afectiva en un
triángulo amoroso y las ideas libertinas de los implicados.
José (interpretado por el
mismo Reygadas), Esther (Natalia López) y Phil (Phil Burges), son los peones
con los que el director amalgama su largometraje nominado al León de Oro en el Festival
de Venecia 2018. Una tercia con la que el cineasta intenta manifestar una
caótica ideología moderna e instintiva, representada en la bravura bovina y en
las acciones imprecisas de los protagonistas.
Y me atrevería a decir que
al escribirla, dirigirla, editarla y actuar en su propia obra, Carlos Reygadas vertió
pretenciosamente su reflexión sobre el amor en una trama incierta y reiterativa
sobre un romance cosmopolita con tendencias hacia una mirada introspectiva de
los personajes, pero que en sus actos exagerados e inverosímiles, el ímpetu
dramático y propositivamente estético, se deshace provocando carcajadas de
cansancio en los asistentes.
Ahí va de nuevo el fulano a
atosigar a su pareja. Parece que al fin se enderezó su conflicto, ¿qué más
sigue? ¡¿Otra vez la misma discusión?! ¿Y el enfoque inicial dotado de un
tórrido realismo contemporáneo en dónde se extravió?, eran algunas vagas ideas
que procesaba cuando el verano se había consumado y transcurría el otoño e
invierno dentro de la historia.
Nuestro Tiempo, concluyó
siendo una experiencia bastante extraña con hartas secuencias en donde nos
queda claro el enredo pasional y los estragos de la vida en pareja. Una
producción de alta factura que en unos cuantos ratos propone un candente y
armonioso estilo fílmico, pero que deja en segundo plano la profundidad
psicológica de los personajes, así como el objetivo fulminante del
largometraje.
Trailer
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