Por Indira García.
Tomar una leyenda de una cultura de la que se es ajeno para transformarla en una película de terror podría resultar muy bien o muy mal, y para Michael Chaves resultó en total desastre.
En la memoria colectiva de todos los mexicanos tenemos grabada la historia de la llorona, aquella mujer vestida de blanco que por las noches lamenta “ay mis hijos” y más de uno jura haberla escuchado. Depende quien cuente el relato es el origen que le da, este va de deidades previas a la caída de Tenochtitlan hasta la mismísima Malinche arrepentida de traicionar a los suyos, pero todos coinciden en que ahogó a sus tres hijos en el río.
Tomar una leyenda de una cultura de la que se es ajeno para transformarla en una película de terror podría resultar muy bien o muy mal, y para Michael Chaves resultó en total desastre.
En la memoria colectiva de todos los mexicanos tenemos grabada la historia de la llorona, aquella mujer vestida de blanco que por las noches lamenta “ay mis hijos” y más de uno jura haberla escuchado. Depende quien cuente el relato es el origen que le da, este va de deidades previas a la caída de Tenochtitlan hasta la mismísima Malinche arrepentida de traicionar a los suyos, pero todos coinciden en que ahogó a sus tres hijos en el río.
En esta versión cinematográfica La Maldición de la Llorona (The Curse of La Llorona), comienzan con una escena de una mujer ahogando a sus dos hijos en el río, sin contexto ni explicación. Años después este ente busca robar niños ajenos, curiosamente solo de estadounidenses con ascendencia mexicana, para sustituir a los que ella mató. Teniendo una historia tan rica en detalles pudieron aprovechar para darle más profundidad a la llorona, incluso si pretendían dejarla totalmente distinta, pero optaron por la salida más fácil y ésta fue convertirla únicamente en un espíritu vengativo como cualquier otro.
La historia queda solamente en apropiación cultural en su máxima expresión, incluso los personajes mexicanos que incluyeron no pudieron pronunciar sus dos líneas en español sin acento americano y juegan con los conceptos de brujería tradicional mexicana haciéndolos parecer un acto de magia barato. Cabe añadir que deformaron tanto la historia que el fantasma ni siquiera grita por sus hijos, solo llora.
La línea argumental de la familia en la que se centra la historia tampoco está bien desarrollada, una madre soltera criando dos hijos en los setentas pudo dar para más profundidad o por lo menos escenas más emotivas, sin embargo las pocas veces que estuvieron a punto de acercarse a eso arruinaron el momento con un chiste fuera de lugar.
La línea argumental de la familia en la que se centra la historia tampoco está bien desarrollada, una madre soltera criando dos hijos en los setentas pudo dar para más profundidad o por lo menos escenas más emotivas, sin embargo las pocas veces que estuvieron a punto de acercarse a eso arruinaron el momento con un chiste fuera de lugar.
Es producida por James Wan y por lo tanto, forma parte del universo cinematográfico de El Conjuro, pero la única relación que hay con las otras películas es la muñeca Annabelle original que sostiene la niña todo el tiempo. Wan y compañía son expertos en los jump scare, ese recurso que suelen usar casi todo el tiempo pero que saben como hacerlo funcionar, pero fue otro elemento que tampoco lograron en esta cinta.
Hora y media de una historia tediosa, que da más risa y pena que miedo. No es recomendable para los amantes del terror ni de las leyendas mexicanas, solo para verse si en verdad no hay ninguna otra opción.
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