lunes, 1 de abril de 2019

Restos de viento | Reseña


  


Por Oswaldo Magaña.

¿Cómo vivir un duelo cuando se es niño? Nadie nos enseña a interiorizar los problemas y  aprender a vivir en la resiliencia. Mucho menos cuando se es adulto. Restos de viento  de Jimena Montemayor (En la sangre, 2012) es una película que trata sobre Carmen (Dolores Fonzi) y sus hijos Ana (Paulina Gil) y Daniel (Diego Aguilar) quienes ante lo inevitable, se empeñan en hacer de cuenta que ya no está su padre. Carmen se encuentra ensimismada en sus propios recuerdos y pensamientos sobre lo que ha ocurrido.


Los pequeños Ana y Daniel dentro de su mundo infantil, tratan de asimilar lo que ha sucedido y se mantienen unidos a su madre. Esto ayuda a Carmen a no derrumbarse. De pronto, Daniel comienza a vivir algo que raya entre la imaginación y lo sobrenatural, que le permitirá entender y también a su hermana, que a veces es mejor dejar ir aquello que los hiere.

 


Narrada con un estilo que parece confuso en la primera mitad, dejando solo para el espectador estas huellas de momentos en un tiempo indeterminado dentro de la vida de esta pequeña familia, se nota de inmediato que Montemayor quiere hablar de sentimientos callados, de expresar tal vez, su propio duelo. Y lo hace denotando aquellos fantasmas que aún los acompañan y que solo ellos podrán dejar ir.


Esta forma de adentrar al espectador en la vida de esta familia, con una narrativa elaborada a base de cortes en el tiempo, representa una manera creativa de asomarse a pequeños instantes que quieren dar a entender cómo tratan de regresar a la normalidad y evadir, sobre todo Carmen, el duelo por el que deben pasar debido a la ausencia del padre. 


Vemos la convivencia entre dos mundos, del Adulto y de los niños.  El espíritu que ve Diego representa una forma de lidiar con la realidad, de modo que evoca todos los restos de vivencias que giran en torno a su padre. Y que representan también aquella incertidumbre y miedos que surgen a su corta edad, al saber que él ya no está. Ana por su parte se encuentra triste y enfadada al tiempo que trata de lidiar con su pubertad.

 


En el segundo acto nos adentramos de lleno en sus vidas y comienzan a surgir los rasgos del descontrol. Vemos, al ritmo de Las simples cosas, en una bella secuencia que representa el fallido intento por remontar, como el mundo de aparente quietud que vive Carmen, se desmorona. A partir de aquí todo es más claro.


Cuenta con una actuación más que notable de parte de Dolores Fonzi y los pequeños Paulina Gil y Diego Aguilar, este último sin experiencia alguna en la actuación. La edición (Ana Laura Castro) es a tono con los deseos de Montemayor por mostrar su visión y lo logra. Es el segundo largometraje de la directora quien va por buen camino ya que no se deja llevar por las convenciones de la narración visual.


Restos de Viento nos recuerda que, a veces, la mirada que un niño tiene sobre la muerte nos da mejores lecciones que nos van formando como adultos y que en su inocencia, dejan ver aquellos rasgos de la verdadera humanidad y el proceso de resiliencia, un proceso innegablemente humano.

Trailer 

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