lunes, 27 de mayo de 2019

El sueño del Mara’akame | Reseña


Por Carolina García. 


Compuesta de bellos paisajes encuadrando a la naturaleza, haciendo del humano apenas una partícula de ella, El sueño del Mara’akame recae en un argumento surrealista, apenas creíble para el espectador. Y, en aquellos pequeños y recónditos lugares, donde lo urbano se aleja, donde no hay edificios, ni artificios sociales, se encuentra el pueblo Wirikuta, entregado a la naturaleza y a los dioses para cada recurso. Así, con momentos de retrato documental, Federico Cecchetti consagra una película sobre los indígenas huichol desde un surrealismo inagotable. 

Nieri, en carne de Luciano Bautista, es un adolescente con gusto ilimitado por la música, pero no de aquella ceremonial que se acostumbra en la tradición del territorio wixarika, sino una más cercana a los sonidos citadinos y se halla en la búsqueda por realizarse más allá de sus tierras sagradas al tiempo que se contrapone con la imposición autoritaria de su padre (Antonio Haka Temai Parra), un Mara’akame (aquellos chamanes tocados por los dioses para sanar a través de su canto y plantas), quien se postra en la insistencia de que Nieri también sería un Mara’akame y debe encontrarse, a través de sus sueños, con el Kauyumari, el venado azul. 


El recorrido que se observa en pantalla desde las butacas, es una cosmovisión de la comunidad huichol, de sus rituales, tradiciones, de sus creencias, del chamanismo, el peyote, entre otras realidades alternas a lo que se vive monótonamente en la vida urbanizada. Mediante este listado, conocemos más allá de los adentros personales, pues la ficción del séptimo arte hace de las suyas para contar más de lo que es visible para el hombre. 

Bautista, recrea un personaje conflictuado e irruptor de las creencias familiares, ser diferente a sus ancestros, vararse como la oveja negra del núcleo consanguíneo, mientras que Parra representa la figura sabia y de autoridad dentro del filme: una jerarquización de parentesco. 

La historia en sí, los diálogos, los relatos entre los wixarika son exquisitamente bellos con tintes turbulentos: el sol, el fuego, la tierra, son referencias que forman parte de la narrativa fílmica, así como los simbolismos representativos, no sólo de sus creencias, sino también encontradas en otras tantas como la religión católica: los corderos. 


Con tan sólo 88 minutos de deguste cinematográfico, El sueño del Mara’akame hace una metáfora de lo citadino y lo sagrado en la naturaleza a través de los sueños y las vivencias de cada personaje. El azul y el verde de la colorimetría natural, postran al humano como un ser diminuto al lado de su magnificencia, logrado a través del lente de Iván Hernández, a ratos ficción, a ratos documental. 

El onirismo del film acreedor al OJO a Primer o Segundo largometraje Mexicano (FICM, 2016), se rodea partir de su segunda mitad para evocar en un pasmoso final con dudas y reflexión sobre uno mismo y los mundos que se rompen para renacer, replanteando el hecho de quedarse o salir.

Trailer


No hay comentarios:

Publicar un comentario