jueves, 13 de junio de 2019

Tolkien | Reseña


Por Carolina García.

Bajo el sello 20th Century Fox, Tolkien llega a recintos mexicanos este 14 de junio, bañada en un amarillo angustioso con desasosiego y un estridente vocerío humano a causa de la muerte y guerra. El rodaje de Dome Karukoski hace un esbozo de la vida del escritor sudafricano para descubrir el trasfondo de su literatura fantástica, más allá de la magia y los elfos, para contar la sustancia humana que invadió a Ronald (Nicholas Hoult)

La vida de Tolkien, luego de la muerte de su madre, se desarrolla en una inmersión de pobreza económica al quedar bajo la tutela, al lado de su hermano, de un sacerdote para ser adoptado y llevado a casa de la Sra. Faulkner (Pam Ferris), donde conoce a Edith Bratt (Lily Collins) y de quien se enamora para toda su vida 

El film guionizado por Stephen Beresford y David Gleeson devela el imaginario fantástico habitado en Tolkien con una estructura narrativa de zigzag y una fotografía (Lasse Frank), en su mayoría, muy panorámica. La pasión que denota el escritor de El señor de los anillos por las letras, se vislumbra desde su juventud, para luego descubrir su amor por la filología, la invención de idiomas y el descubrir del verdadero sentido de las palabras, más allá de su sonido, su significado.


El lenguaje es el alma de un pueblo
(Chemin P., Ready D., Thykier K. & Topping J. (producción) Karukoski, D. (director). (2019). Tolkien [Cinta cinematogràfica]. E.U.: Fox Searchlight Pictures & Chemin Entertainment)

La sociedad Borroviana… El autor que hace honor al nombre de la hermandad fundada por Ronald y sus amigos, nace con el ansia juvenil de cambiar al mundo, de leer poesía, beber té, más tarde alcohol, escribir y charlar. Su amistad forma parte de la creación mental para la escritura en la vida del personaje, o al menos, eso se muestra en el film rodado en 112 minutos. 

El desarrollo del personaje llevado en la piel de Collins se desata como uno lineal, sin evolutiva rápida o paulatina, al igual que su actuación, con una mirada triste, de añoranza, pero falta de pasión en su acto. Mientras que Hoult se muestra distinto a lo recientemente visto en Dark Phoenix, en esta ocasión se muestra como un personaje imponente, insaciable y en la búsqueda del conocimiento, así, se desarrolla con una interpretativa gestual enardecida. 


El espectador se envuelve en aquellas desorbitantes estructuras arquitectónicas de antes de la Primera Guerra Mundial y, en la posguerra, de inmensos charcos llenos de un rojo sangre cubiertos de innumerables cuerpos abaleados. 

La colorimetría de la película permanece en una oscura, probablemente aquella oscuridad en la que Tolkien se sumergió por la muerte de su madre, la pobreza, la pérdida de sus amigos y el descontento amoroso que lo separó un tiempo de Edith. Más allá de la interpretativa personal, las estelas de entes que atormentaban su mirar, para resguardarse en lo que hoy conocemos en obras como El Hobbit, entre otros componentes, hacen del espectáculo cinematográfico un goce ficticio imposible de revelarse mediante lo documental.

Trailer



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