Por Eduardo León
Aún recuerdo el miedo que poseía a mi cuerpo cada que lo veía en el televisor, o en mi mente al recordar las secuencias del payaso entre las sábanas; sus afilados dientes y sus ojos de entidad demoníaca omnipresente. O el ataque de este ser, a un puberto en la vulnerabilidad de la ducha (el baño nunca fue visto de la misma manera).
Me atrevería a decir que esas imágenes están presentes en un recuerdo colectivo de los infantes nacidos a finales del siglo XX. Pues fue con la mini serie de televisión dirigida por Tommy Lee Wallace en 1990, que varias personas (hasta la fecha) no logran encarar a un individuo empapado de maquillaje blanco y atuendos estrafalarios.
Quieran o no, Tim Curry personificando a Pennywise se incrustó como un ícono en el cine de horror. La siniestra imagen y corporalidad del payaso fue la causa que desató la coulrofobia en nuestra generación. Años después, con la adultez la fobia disminuye (quizá), se vuelve algo banal.
Y no, esta opinión no gira entorno a una confrontación entre ambas adaptaciones de la novela de Stephen King para elegir la mejor, sino a pensar en la idea de lo que es sentir miedo y la inexplorada visión en la película sobre esta sensación. Por lo que me da curiosidad preguntarles: ¿a qué le temen? Yo a los arácnidos, reptiles y al tiempo. Raro, ¿no?
Más extraño aún es cuestionarnos ¿de dónde o cómo se origina ese miedo que nos hace despedir gotas de sudor, tartamudear o privarnos del sueño? El verdadero temor… cómo éste puede ser tan poderoso y hostil, para fracturar la consciencia y el equilibrio anímico-mental de un individuo… Si pensamos un poco en ello nos damos cuenta de lo complejo que resulta. Entonces ¿cómo chingaos reflejarlo en el polifacético cine?
Tal vez la producción de la cinta It capítulo dos jamás se cuestionó estos aspectos de gran relevancia, para así poder desarrollar un guion inteligente y una cinematografía perturbadora, que se aleje de todas las tramas recicladas y mediocres que se estrenan cada fin de semana.
Creo que ya muchos se la saben, pero si no, aquí va la trama de la película: evidentemente los niños de la primera parte no aniquilaron a la tétrica criatura. 27 años después, Eso vuelve a despertar y el Club de los perdedores debe terminar con aquello que trastornó su infancia.
En mi opinión, Stephen King tiene un talento muy específico para generar un ambiente incómodo e inusual en sus novelas. It, es un libro de 1138 páginas en donde se desarrolla toda una mitología del payaso Pennywise, el pueblo de Derry, los perfiles psicológicos de los niños y adultos. King crea a un ser que puede transformarse en lo que más le temes. ¿Cómo lidias con algo así suponiendo que pudiese ocurrir? ¿Por qué no aprovechar todo ese mal viaje literario? Entiendo que el cine y la literatura son lenguajes muy distintos, sin embargo, esta película decidió inclinarse por el simple objetivo de entretener al público en masa.
El director Andy Muschietti remacha el cierre de esta historia con actuaciones simples, superficiales y pésimos efectos digitales. Por su parte, el guionista Gary Dauberman se encarga de transformar la película de “horror”, en una de comedia absurda en donde los personajes no poseen una motivación y conflictos reales para volver a su antiguo poblado.
El gran bache es la insuficiencia narrativa en el guion. Se recurren constantemente a diálogos “chuscos” que no encajan en la situación que viven los personajes en la pantalla. Este recurso se utiliza durante las casi tres horas de proyección, lo cual llega a desesperar y a desilusionar a quienes acudimos con la intención de revivir la coulrofobia casi extinta.
No cabe duda que el horror se ha transformado, tal como lo hace el Pennywise computarizado de esta última entrega, pues se olvidaron de los efectos prácticos y le restaron tiempo en pantalla a la ejecución actoral de Bill Skarsgard. En su “justificación” la película es interminable; se divide en pequeñas historias que siguen los adeudos de Beverly (Jessica Chastain); Bill (James McAvoy); Richie (Bill Hader); Mike (Isaiah Mustafa); Ben (Jay Ryan) y Eddie (James Ransone).
Aventuras por separado que se entrelazan con su nostálgica infancia; momentos en donde la sonorización sí aporta este ambiente de memoria, recuerdo, pero el sonido en los ratos de “horror”, toma el protagonismo y es el medio con el que pretenden “espantar/sorprender” al espectador. Sí, el “susto basura” y un exceso de CGI en el clímax, le restan toda la seriedad y misterio a lo que pudo haber sido una película interesante.
It: capítulo dos es un tristísimo ejemplo de cómo cierta industria del cine sólo busca colmar sus bolsillos de dinero y hacer de una historia inquietante, una máquina de vil consumo. A final de cuentas, la película definitivamente será un éxito por atraer las miradas de una audiencia joven, al seguir la fórmula infalible de hacer cine de horror en esta contemporaneidad.
En fin. Sólo me queda pensar en ¿qué hubiera sido de esta peli si Cary Fukunaga no hubiera abandonado el proyecto por diferencias creativas? Espero que algún día, un cineasta independiente le haga justicia a alguna obra del Sr. King, porque al menos esta versión “más fiel” de It no lo logró nadita. Dos estrellas, mal servicio.
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