Por Carolina García.
Somos seres incompletos si no nos ayuda a perfeccionar nuestra naturaleza débil e imperfecta alguien más inteligente que nosotros, tal como debe serlo un amigo (Shelley, M.)
La atmósfera de la medicina es retratada una vez más por el director (también médico) Thomas Lilti que explora el éter de jóvenes estudiantes que apenas ingresarán al mundo de la investigación y curación del cuerpo humano.
Casi perpetuo de tonos claros, entre blanco y azul, Premiére Année hace su entrada con la descripción visual de Benjamín (William Lebghil) como un sujeto aparentemente con la vida resuelta, con buen sustento económico, ‘influencias’ en el campo y un aire desinteresado. El dibujo de Antoine, por su parte, interpretado por Vincent Lacoste, es el opuesto al del que será su amigo, ambos estudian, —compiten—, por entrar a la escuela de medicina, sólo que Antoine lo hace por tercera ocasión en medio de estruendosos salones atiborrados de más y más jóvenes con ansía de obtener un lugar después de la pre.
La cinta devela la situación familiar que influye en el ser humano como una declaración de nuestra primera instancia de enseñanza-aprendizaje: la familia. Hasta cierto punto, se ejerce un estereotipo de padres para cada estudiante, como si no se tuviera, en ocasiones, un poco de todo.
El contraste y la diferencia de ambos estudiantes deja entrever las personalidades que se combinan y cruzan en la existencia del ser humano, Antoine es una revelación del celo, la obsesión, la dedicación, mientras que Benjamín es la levedad del hombre, expresándose en todo su resplandor al final de la película.
A diferencia de Hipócrates: El valor de una promesa (Hippocrates) y En un lugar de Francia (Médicine de campagne), la fotografía se mantiene fija durante los 92 minutos de rodaje, lo que denota una diferencia en la filmografía del director francés que había adquirido un naturalismo dentro de ésta, pero que no atenta en contra de su más reciente film.
En la interpretativa de Lacoste, un personaje insatisfecho y triste, se vislumbra el tinte del estudiante voraz, a diferencia en su personaje de Hipócrates y claro, de Leibhil, quien compone la comedia, el humor dentro de la película francesa.
Entre las escenas de más goce visual, se encuentra la más onírica —y probablemente la única— de todo el filme, el par acostado en medio de una torre monstruosa de libros, como sumidos y atrapados (?) en ellos.
¿Quién es más cómplice que un amigo? ¿Quién es aquél aliado que nos acompaña en largos recorridos y amores perdidos? Amistad, vocación, deseo y obsesión son el hilo conductor del viaje recorrido en Primer Año, donde se entrevén sentimientos de la eterna inconformidad en uno, pero también el más noble de los sentires humanos, la amistad, porque como escribe Mary Shelley, el hombre necesita de esa compañía del otro para ser mejor.
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