Por Carolina García.
Acreedora al Gran Premio del jurado en Cannes 2019, Atlantique diluye el puente entre lo real y lo irreal para contar la trascendencia del amor a través de dos planos. La película dirigida por Mati Diop roza los límites de lo fantástico, sin embargo, al final, convalida la existencia de los sobrenatural.
El rodaje de 100 minutos aterriza en Senegal, un país africano con rastros franceses tras la colonización, más notables en el idioma que en las contrastantes míseras condiciones de vida. La modernidad pretende alcanzar espacios donde la pobreza económica permite los matrimonios arreglados por dinero, terracería, jóvenes bajo el sol trabajando en una construcción sin la paga de hace cuatro meses, esto, frente a una gran edificación que avisa sobre el paralelismo humano de dos diferentes modos de vida, una donde se sufre y la otra donde se goza del dinero.
Ada protagoniza la película bajo la piel de Mame Bineta Sane en una comunidad que practica el islam, donde “al hombre se le habla con dulzura”, donde “la belleza de la mujer se alcanza con el matrimonio”, donde las pruebas de “virginidad” son exigidas por la familia de un “prometido” y, en medio de un ambiente que aún oprime al género femenino y lo minimiza a patrones, Ada sigue predominantemente la figura de Dior (Nicole Sougou), quien funge como la guía del personaje principal.
Como sacado de la historia europea de Bram Stoker (Drácula), pero situado en la costa africana en el siglo XXI, Atlantique narra el regreso de la muerte de Souleiman (Ibrahima Traore), después de una embarcación fallida hacia España en la búsqueda de mejores oportunidades económicas. Así como Drácula, quien profana al Dios católico, pierde el amor de su vida y trasciende en el tiempo para volver a encontrarla en otra época, Souleiman vuelve por Ada.
Acreedora al Gran Premio del jurado en Cannes 2019, Atlantique diluye el puente entre lo real y lo irreal para contar la trascendencia del amor a través de dos planos. La película dirigida por Mati Diop roza los límites de lo fantástico, sin embargo, al final, convalida la existencia de los sobrenatural.
El rodaje de 100 minutos aterriza en Senegal, un país africano con rastros franceses tras la colonización, más notables en el idioma que en las contrastantes míseras condiciones de vida. La modernidad pretende alcanzar espacios donde la pobreza económica permite los matrimonios arreglados por dinero, terracería, jóvenes bajo el sol trabajando en una construcción sin la paga de hace cuatro meses, esto, frente a una gran edificación que avisa sobre el paralelismo humano de dos diferentes modos de vida, una donde se sufre y la otra donde se goza del dinero.
Ada protagoniza la película bajo la piel de Mame Bineta Sane en una comunidad que practica el islam, donde “al hombre se le habla con dulzura”, donde “la belleza de la mujer se alcanza con el matrimonio”, donde las pruebas de “virginidad” son exigidas por la familia de un “prometido” y, en medio de un ambiente que aún oprime al género femenino y lo minimiza a patrones, Ada sigue predominantemente la figura de Dior (Nicole Sougou), quien funge como la guía del personaje principal.
Como sacado de la historia europea de Bram Stoker (Drácula), pero situado en la costa africana en el siglo XXI, Atlantique narra el regreso de la muerte de Souleiman (Ibrahima Traore), después de una embarcación fallida hacia España en la búsqueda de mejores oportunidades económicas. Así como Drácula, quien profana al Dios católico, pierde el amor de su vida y trasciende en el tiempo para volver a encontrarla en otra época, Souleiman vuelve por Ada.
El primer giro de la historia vuelca en la desaparición de la tripulación, luego acontece el matrimonio arreglado entre Ada y Omar para enseguida dar pie al misterio que termina por ser uno de tipo cerrado al fin del relato. Souleiman regresa de las profundidades oscuras del mar para despedir al amor de su vida, conectando sus cuerpos en piel.
El film roza con otras tantas obras como la mexicana de Carlos Fuentes, Aura, donde el deseo humano se impregna de fantasía para ser cumplido. La entrega física en Atlantique y la procreación en Aura, donde el punto de semejanza se encuentra en la posesión de cuerpos por amor. Así, se acepta lo sobrenatural, a través de la existencia de un mundo que atraviesa la vida y la muerte.
La crítica social combinada con la fantasía, hace del guion escrito por Diop y Olivier Demangel, una propuesta que quiebra el panorama concebido en la primera parte de la película. A diferencia del film de Francis Ford Coppola, las grandes urbes y los barrios populares no tienen cabida, todo se desata en medio de elegantes trajes y aparatosos vestidos, ésta se convierte en una realidad contextual que divide las historias y permite al espectador entrever la cultura senegalesa.
La composición fílmica se construye, entre otras tomas, de capturas al mar que embarcan a la contemplación de su misterio e incertidumbre, evocan al sueño… ¿Qué no podría esconder su profunda agua oscura? Un secreto, que al final, es revelado para Ada, una ruptura sistemática de la tradición y el rol de género. La belleza del enigma de la naturaleza es retratada por Diop en tomas apreciativas, como lo es el arte. Y a través del mar y los reflejos en espejos rotos, la directora proyecta la evolución humana de Ada.
La cinta de Mati Diop también galardonada por el Círculo de Críticos de Nueva York por Mejor ópera prima, ya se encuentra disponible en Netflix.
El film roza con otras tantas obras como la mexicana de Carlos Fuentes, Aura, donde el deseo humano se impregna de fantasía para ser cumplido. La entrega física en Atlantique y la procreación en Aura, donde el punto de semejanza se encuentra en la posesión de cuerpos por amor. Así, se acepta lo sobrenatural, a través de la existencia de un mundo que atraviesa la vida y la muerte.
La crítica social combinada con la fantasía, hace del guion escrito por Diop y Olivier Demangel, una propuesta que quiebra el panorama concebido en la primera parte de la película. A diferencia del film de Francis Ford Coppola, las grandes urbes y los barrios populares no tienen cabida, todo se desata en medio de elegantes trajes y aparatosos vestidos, ésta se convierte en una realidad contextual que divide las historias y permite al espectador entrever la cultura senegalesa.
La composición fílmica se construye, entre otras tomas, de capturas al mar que embarcan a la contemplación de su misterio e incertidumbre, evocan al sueño… ¿Qué no podría esconder su profunda agua oscura? Un secreto, que al final, es revelado para Ada, una ruptura sistemática de la tradición y el rol de género. La belleza del enigma de la naturaleza es retratada por Diop en tomas apreciativas, como lo es el arte. Y a través del mar y los reflejos en espejos rotos, la directora proyecta la evolución humana de Ada.
La cinta de Mati Diop también galardonada por el Círculo de Críticos de Nueva York por Mejor ópera prima, ya se encuentra disponible en Netflix.
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