Uno de los estrenos más esperados del 2021 es Duna, dirigida por Denis Villeneuve y que representa el regreso de una de las historias más entrañables para los fanáticos de la ciencia ficción. David Lynch hizo su propia versión en 1984, pero fue mal recibida y muy criticada, incluso por el mismo director.
El avance de la tecnología, el CGI y el increíble cast que Villeneuve reunió, fueron algunas de las razones por las que generó grandes expectativas desde su preproducción. Y sin duda lo mejor de la película justamente es el reparto.
Timothée Chalamet se lleva la mayor parte del tiempo en la pantalla, encarnando a Paul, el heredero de la casa Astreides; un héroe en desarrollo que reniega de su destino como "El Elegido" que se le presenta a través de visiones y sueños, mismas que develan a los espectadores detalles imprescindibles. Óscar Isaac da vida a Leto, padre devoto de Pauly buen diplomático, que busca lo mejor para su gente y su familia, con Rebecca Ferguson como su contraparte, Jessica Atreides, una mujer misteriosa que maneja la política desde las sombras y que acompaña a Paul durante gran parte de la travesía.
Stellan Skarsgård encarna al villano Vladimir Harkonnen, grotesco por momentos, pero cumpliendo con su cometido de provocar desprecio hacia el personaje y sus acciones. Jason Momoa, Dave Bautista y Javier Bardem también desempeñan buenas actuaciones en sus pequeños momentos en escena.
Sin embargo, algo que ha decepcionado son las pocas apariciones de Zendaya, quien en los promocionales daba la impresión de tener presencia más allá de unos cuantos minutos. Aunque cabe mencionar que es un detalle pasable al ser la primera parte que apenas nos introduce a Duna.
Por otro lado, a pesar de que la historia se desarrolle en el espacio, no está tan lejana a nuestra realidad: familias en el poder buscando mayores riquezas en tierras ajenas, personas poderosas que subestiman a sus enemigos y a aquellos a quienes buscan quitarles sus recursos.
La fotografía es otro gran acierto, los imponente paisajes desérticos rememoran a otros clásicos como Star Wars o Mad Max, es un universo perfectamente construido con el potencial para quedarse como ícono junto a otros grandes de la ciencia ficción. Las escenas claramente fueron pensadas para la pantalla grande, dato que ha recalcado el director, algo desafortunado y probablemente mal planeado tomando en cuenta que en Estados Unidos fue estrenada casi simultáneamente en HBO Max, por lo que quienes decidan verla en cualquier otro dispositivo no lograrán apreciar al máximo los detalles cinematográficos y podrán perder parte de la experiencia que representa la cinta.
La película se desenvuelve lentamente, con una narrativa que no va solamente del presente y que por momentos abusa de los flash-forwards. El guión justifica el uso del recurso, sin embargo, no deja de ser abrumador el bombardeo de información que puede confundir y desviar la atención.
Duna confía en su historia y se sostiene sobre ella, muestra poca acción y una que otra pelea para demostrar las habilidades de los protagonistas. Pasan casi dos horas para sentir que la acción real va a comenzar, se esfuerza en construir el ritmo ideal para conducir al clímax, pero éste dura demasiado poco y hace que el final se sienta cortado y prematuro, dejando al espectador con la expectativa al filo para saber qué sucede en la segunda parte.
La película se siente como el prólogo de una historia épica que promete atrapar, pero que por sí sola no podría funcionar.
No es la primera vez que el director revive un clásico de la ciencia ficción para atraer a las nuevas generaciones (estuvo a cargo de la secuela Blade Runner 2049) y el tema de la vida en el espacio exterior, así como navegar en el tiempo, tampoco son nuevos para él.
Cinematográficamente es evidente que ha cosechado buenos frutos de su trabajo a lo largo de los años y deja una alta expectativa para la continuación.
Duna requiere un poco de paciencia y atención, es algo que no se pueden perder los fanáticos de la ciencia ficción.
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