La ganadora de la Palma de Oro de Cannes del 2021 fue Titane, una cinta incómoda que propone cine fuera de lo común. Para Julia Docournau, la directora, nada es demasiado y muestra nuevas ideas dentro del body horror y lo extraño.
Tras los títulos, Titane abre con una secuencia de bailarinas eróticas en una exhibición de autos, donde la protagonista Alexis (interpretada por Agathe Rousselle) es una de las más populares. Pronto se devela que hay dos peculiaridades en Alexis: es una asesina y tiene sexo con carros.
La primera media hora de la película es una secuencia muy al estilo Kill Bill (2003), escenas de ultra violencia pero que son elegantes en lugar de explosivas. Pocos diálogos, mucho suspenso y muertes.
Después cambia la ambientación y la historia se inclina más al drama, mostrando la nueva vida de Alexis como un chico llamado Adrien, al mismo tiempo que él lucha con un embarazo extraño que le provoca flagelaciones en su cuerpo y expulsar fluidos negros.
El personaje de Vincent Legrand (interpretado por Vincent Lindon), padre del perdido Adrien, es imprescindible para la cinta. El dúo entre Lindon y Rousselle desarrolla sus personajes el uno sobre el otro, escapando de sus respectivas realidades con esa relación falsa.
Los lazos entre “padre” e “hijo” se van haciendo más confusos conforme transcurre el filme, la extraña necesidad que encuentran el uno en el otro van construyendo un momento dramático durante casi hora y media, para sorprender finalmente con un cierre terroríficamente tierno que solo podría ser comparado con Relic (2020).
Hay muchos cuestionamientos en Titane sobre la identidad y expresión de género, así como el temor que hay por romper los paradigmas de lo que conocemos como tradicional. El papel estaba pensado para proyectar eso desde un principio, razón por la que la directora eligió a Agathe Rousselle por su cara camaleónica y facciones no andróginas.
El contraste en las acciones del personaje principal, conforme a si adopta su personalidad como mujer o como hombre, invitan a cuestionar más a fondo la cuestión de género que tanto se discute estos días. Algunas reseñas en redes sociales la han etiquetado incluso como cine queer.
El filme anterior de la directora (Raw, 2016) también generó gran impacto y controversia ante el público y la crítica, presentándonos un coming-on-age caníbal. Ambas películas están plasmadas de sexualidad no tradicional, pues no proviene de los desnudos femeninos ya que al librarse del male gaze las situaciones se vuelven excitantes por las acciones y sentires de los personajes.
Docournau se ha inspirado en la obra de Cronenberg y, al igual que él, mezcla el terror psicológico con el body horror para provocar al espectador, pero a pesar de eso ella ha asegurado que Titane es una historia de amor. Amores propios, pero no convencionales, que explora los extremos de las necesidades de ser seres sociales.
La directora también ha comentado que su intención siempre es hacer palpables los sentimientos de sus personajes, lo cual termina siendo una experiencia bizarra por la excentricidad de la historia.
Visualmente recuerda a la estética de Nicolas Winding Refn con neones resplandeciendo en contraste con la oscuridad. E igualmente elige la elegancia por sobre todas las cosas, incluso en los peores momentos.
La Palma de Oro de Cannes hizo que Julia Docournau pasara a la historia como la segunda mujer en ganar el premio, a lo cual ella ha respondido con sus deseos para ser un paso más en el camino para la inclusión de las mujeres en estos espacios y no como una simple excepción.
Titane es extrema e intensa, no recomendada para todos los públicos pues sin duda habrá quien le disguste la idea desde el planeamiento. Sin embargo, es una interesante sorpresa que supera a su antecedente (Raw, 2016) y que no dejará indiferente a ningún fan del terror y lo raro.
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