Por Elías Michel.
Tras sorprender al mundo entero con el
inesperado triunfo de Moonlight en los premios Óscar,
Barry Jenkins se enfrentaba al mayor reto de su carrera: llevar con fidelidad
una de las obras más emblemáticas de James Baldwin a la pantalla grande. James
Baldwin fue uno de los luchadores sociales más importantes de la cultura afroamericana,
y sus novelas forman parte del acervo cultural de la comunidad negra en Estados
Unidos.
Antes de la cinta de Jenkins, sólo existía una
adaptación del libro El Blues de Beale
Street, que fue llevada al cine por el francés Robert Guédiguian en la película A Todo Corazón (1998),
pero la obra cinematográfica que retomó de manera exitosa la figura de James
Baldwin fue el documental I Am Not Your Negro (2016), que en base a un ensayo póstumo
de Baldwin exponía el fuerte racismo existente en los Estados Unidos a lo largo
de la historia.
James Baldwin es un héroe para Barry Jenkins,
y para el cineasta existía una necesidad de difundir una historia sobre
denuncia social tan necesaria para el mundo como la de Tish y Fonny.
Jenkins continúa con su tendencia de explorar
historias de amor fracturadas por las condiciones sociales dentro de la
comunidad negra. En Moonlight, nos presentaba la crisis de identidad de un hombre
homosexual que no ha aprendido a amar a otra persona durante años, mientras que
en Beale Street, la relación de una pareja se ve afectada cuando él es
encarcelado por una falsa acusación en su contra.
La cinta parte de una anécdota tan común como
lamentable: una joven llamada Tish visita a su novio Fonny, que está
encarcelado por un crimen que no cometió, para informarle que está esperando un
hijo de él. La impotencia de Fonny al no poder cumplir con su responsabilidad
de ser padre se convierte en un tormento para la pareja. Al anunciarle su
embarazo a su madre, Tish recibe el apoyo incondicional de su familia, que
luchará incansablemente por demostrar la inocencia de Fonny.
Es notorio el cariño que le tiene Jenkins a su
material de origen, ya que retrata de manera respetuosa y melancólica una
historia de injusticia, que en manos de cualquier cineasta no tan apegado a la
historia podría caer en el melodrama barato. Si algo ha demostrado Jenkins
dentro de su pequeña filmografía, es que el lenguaje cinematográfico es el
aspecto más importante dentro de sus películas, y sus homenajes al cine de Wong Kar-wai le han impregnado una
elegancia poco vista dentro del cine americano. Su fotógrafo James
Laxton comprende la visión de Jenkins y plasma la sensualidad de un romance
apasionado con colores cálidos a lo largo del metraje de la cinta.
Uno de los mayores aciertos del filme es
lo bien equilibrado que está el elenco, ya que transmite a la perfección este
sentimiento de pertenecer a una comunidad que se ve afectada por el contexto
racial de la época. KiKi Layne está
destinada a convertirse en una de las actrices más interesantes de su
generación, ya que es imposible despegar los ojos de la pantalla ante su
presencia y la fragilidad con la interpreta a Tish demuestra su gran rango
actoral. Con una actuación más contenida y con la ventaja de cargar con los
momentos más poderosos de la película, Regina
King se posiciona como la rival a batir dentro de la
temporada de premios.
Pero sin duda alguna el aspecto más poderoso -
y que si aún existe un poco de justicia en esta cuestionable temporada de
premios debería llevarse la estatuilla dorada - es la desgarradora banda sonora
compuesta por el genio musical Nicholas
Britell. Desde Moonlight, las
colaboraciones entre Jenkins y Britell se han convertido en piezas esenciales
dentro de la memoria colectiva contemporánea, y en Beale Street el compositor
ha creado su obra más bella a la fecha, con melodías que acompañadas de las
imágenes de Jenkins se convierten en una experiencia inevitablemente emocional.
Si la Colonia Hablara es un
retrato bellísimo de una historia de amor americana, pero la dura realidad que
expone en pantalla la convierte en una experiencia muy dolorosa para el
espectador, y esa es probablemente la razón por la que se le ignoró en la
categoría reina de los premios Oscar. Y aunque la industria le diera la espalda
en esta ocasión, Barry Jenkins se confirma como uno de los autores más
trascendentes de la nueva generación de cineastas.
Trailer
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