martes, 29 de enero de 2019

Si la Colonia Hablara (If Beale Street Could Talk) | Reseña





Por Elías Michel.

Tras sorprender al mundo entero con el inesperado triunfo de Moonlight en los premios Óscar, Barry Jenkins se enfrentaba al mayor reto de su carrera: llevar con fidelidad una de las obras más emblemáticas de James Baldwin a la pantalla grande. James Baldwin fue uno de los luchadores sociales más importantes de la cultura afroamericana, y sus novelas forman parte del acervo cultural de la comunidad negra en Estados Unidos.

Antes de la cinta de Jenkins, sólo existía una adaptación del libro El Blues de Beale Street, que fue llevada al cine por el francés Robert Guédiguian en la película A Todo Corazón (1998), pero la obra cinematográfica que retomó de manera exitosa la figura de James Baldwin fue el documental I Am Not Your Negro (2016), que en base a un ensayo póstumo de Baldwin exponía el fuerte racismo existente en los Estados Unidos a lo largo de la historia.

James Baldwin es un héroe para Barry Jenkins, y para el cineasta existía una necesidad de difundir una historia sobre denuncia social tan necesaria para el mundo como la de Tish y Fonny.

Jenkins continúa con su tendencia de explorar historias de amor fracturadas por las condiciones sociales dentro de la comunidad negra. En Moonlight, nos presentaba la crisis de identidad de un hombre homosexual que no ha aprendido a amar a otra persona durante años, mientras que en Beale Street, la relación de una pareja se ve afectada cuando él es encarcelado por una falsa acusación en su contra.


La cinta parte de una anécdota tan común como lamentable: una joven llamada Tish visita a su novio Fonny, que está encarcelado por un crimen que no cometió, para informarle que está esperando un hijo de él. La impotencia de Fonny al no poder cumplir con su responsabilidad de ser padre se convierte en un tormento para la pareja. Al anunciarle su embarazo a su madre, Tish recibe el apoyo incondicional de su familia, que luchará incansablemente por demostrar la inocencia de Fonny.

Es notorio el cariño que le tiene Jenkins a su material de origen, ya que retrata de manera respetuosa y melancólica una historia de injusticia, que en manos de cualquier cineasta no tan apegado a la historia podría caer en el melodrama barato. Si algo ha demostrado Jenkins dentro de su pequeña filmografía, es que el lenguaje cinematográfico es el aspecto más importante dentro de sus películas, y sus homenajes al cine de Wong Kar-wai le han impregnado una elegancia poco vista dentro del cine americano. Su fotógrafo James Laxton comprende la visión de Jenkins y plasma la sensualidad de un romance apasionado con colores cálidos a lo largo del metraje de la cinta.

Uno de los mayores aciertos del filme es lo bien equilibrado que está el elenco, ya que transmite a la perfección este sentimiento de pertenecer a una comunidad que se ve afectada por el contexto racial de la época. KiKi Layne está destinada a convertirse en una de las actrices más interesantes de su generación, ya que es imposible despegar los ojos de la pantalla ante su presencia y la fragilidad con la interpreta a Tish demuestra su gran rango actoral. Con una actuación más contenida y con la ventaja de cargar con los momentos más poderosos de la película, Regina King se posiciona como la rival a batir dentro de la temporada de premios.


Pero sin duda alguna el aspecto más poderoso - y que si aún existe un poco de justicia en esta cuestionable temporada de premios debería llevarse la estatuilla dorada - es la desgarradora banda sonora compuesta por el genio musical Nicholas Britell. Desde Moonlight, las colaboraciones entre Jenkins y Britell se han convertido en piezas esenciales dentro de la memoria colectiva contemporánea, y en Beale Street el compositor ha creado su obra más bella a la fecha, con melodías que acompañadas de las imágenes de Jenkins se convierten en una experiencia inevitablemente emocional.

Si la Colonia Hablara es un retrato bellísimo de una historia de amor americana, pero la dura realidad que expone en pantalla la convierte en una experiencia muy dolorosa para el espectador, y esa es probablemente la razón por la que se le ignoró en la categoría reina de los premios Oscar. Y aunque la industria le diera la espalda en esta ocasión, Barry Jenkins se confirma como uno de los autores más trascendentes de la nueva generación de cineastas.

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