jueves, 27 de febrero de 2020

Rencor Tatuado | Reseña


Por Eduardo León. 


La película estrenada el 14 de febrero de este año, es la sexta obra del cineasta mexicano Julián Hernández. Un director que ha sido galardonado con dos premios Teddy en el Festival Internacional de Berlín por Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás dejarás de ser amor en el 2003 y por Rabioso sol, rabioso cielo en el 2009.

En el resto de su filmografía podemos observar historias que pueden enfurecer a las mentes tradicionales; observamos historias de desamor, de búsqueda introspectiva y de pertenencia. Películas que podrían acomodarse sin problema dentro de la categoría del Cine Queer en México.

Rencor Tatuado llegó en el día del empalagoso afecto provocado por una ola de consumismo exacerbado, como muestra de un cariño infinito hacia el otro. Sin embargo, la película presenta una realidad ficcionada, que, si se le mira muy de cerca y con atención, embona perfecto con esta decadente y homicida realidad a pesar de ambientar su historia hace más de veinte años atrás.

Protagonizada por Diana Lein, Irving Peña, César Romero e Itatí Cantoral, por mencionar sólo a parte del elenco, la película nos acerca a los costados de La vengadora, una justiciera que aniquila a todos aquellos hombres que corrompieron la vida de alguna mujer. Algo muy al estilo de Lisbeth Salander en Los hombres que no amaban a las mujeres.

Con esa misma facha punk-mal encarada en el carácter de Aída Cisneros, la actriz principal (inspirada en el personaje Lola la trailera de Rosa Gloria Chagoyán) y dentro de un México de inexistente justicia, el largometraje se posiciona dentro del género de thriller detectivesco arropado por una atmósfera de cine noir e influenciado por las películas de clase b mexicanas y por Iron pussy del director tailandés Apichatpong.


¿Y por qué es interesante? Aparte de ser una historia alejada del contenido y forma que caracteriza al cine de Rabioso (así se hace llamar Julián Hernández en Instagram), y a pesar de que el director se mantiene inclusivo en cuanto a la diversidad de géneros, temas y personalidades en la película, Rencor tatuado no se encasilla en las problemáticas del adolescente post-ruptura/conflicto amoroso como en Cielo dividido del año 2006. Ni tampoco intenta ser un filme de sexo poéticamente pretencioso como en Yo soy la felicidad de este mundo del 2014.

Rencor Tatuado se vuelve distinta porque el desarrollo de su trama nace a partir de un caso político en los años noventa, que involucraba al procurador Coello Trejo y a sus agentes, como un grupo que violaba mujeres. Entonces, la película encuadra este hecho noticioso en una relación de aspecto de 4:3 que se asemeja a un recorte, a una fotografía del pasado cargado con temas y crímenes aún perpetuados.

La cinematografía en blanco y negro para mostrarnos el presente (quizá nuestro presente ya desvaído) de los personajes y el color para reflejar su pasado, en un principio causan una ligera confusión en el transcurso de los acontecimientos, que junto al guion escrito en colaboración con Malú Huacuja del Toro y el misterio que plantea el largometraje de dos horas con treinta minutos, la vuelven un tanto pesada y poco digerible, inclusive en su desenlace carente de interés.

El mérito que sí tiene la película, es que, apoyada en su narrativa visual, interpretativa y sonora, propone una crítica hacia la justicia mexicana, los medios de comunicación, las ideas conservadoras y un grito de alerta y empatía hacia los feminicidios impunes que someten a gran parte de la sociedad mexicana, y que hoy en día están igual o más presentes que en aquella década de los noventa.

Como una opción en cartelera, en la que vale la pena invertir y cuestionar, y a casi dos años de su realización, Rencor tatuado continúa exhibiéndose en circuitos independientes de cine como en la Cineteca Nacional. Y como muchos medios la han titulado, es una pieza fílmica, una denuncia social que busca justicia por la violencia de género.


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