martes, 25 de agosto de 2020

El Acusado y El Espía (J’accuse) | Reseña

 


“Las sociedades creen que se rigen por algo llamado moral, pero no es así, se rigen por algo llamado ley. La cuestión no es si estuvo mal, sino si fue legal, eso es la ley”.

(The reader, 2008. Dir. Stephen Daldry)


“Lo más importante de la investigación que hicimos fue descubrir que a los policías y a varias autoridades del sistema penal los premian por personas detenidas y acusadas”.

(Presunto culpable, 2009. Dir. Roberto Hernández y Geoffrey Smith)


Por Carolina García


Desde el principio de los tiempos, los sistemas de autoridad han basado su normativa bajo la premisa del castigo. El “bien” y el “mal” se disocian a partir de lo que es legal y lo que no lo es y así estos ejercen el conductismo necesario para la adoctrinación, infundir el miedo se vuelve su base. Pero el sistema es corruptible, se envicia demasiado pronto porque satisface caprichos personales o se desinteresa por cubrir los derechos humanos. Así comienza su agusanamiento.


El 13 de enero de 1898 Émile Zola hizo, por lo menos, temblar a la República francesa contribuyendo, si no a la revocación de ese agusanamiento de Estado, sí a su paulatina y parcial detención tras la publicación de una carta dirigida al presidente Félix Faure en el periódico L’Aurore por la negligencia y antisemitismo cometidos en el Caso Dreyfus: el capitán de Artillería judío que fue acusado injustamente de alta traición, degradado y enviado a la Isla del Diablo para “mostrarle al mundo lo que se hace con los traidores”.


El director franco-polaco Roman Polanski hace una reconstrucción fílmico-histórica (adaptación de la novela J’accuse de Robert Harris, 2013), estructurada en flahsbacks, para narrar los pormenores del suceso en J’accuse, y que inicia con una panorámica donde se observan decenas de soldados bien uniformados y bien alineados bajo un cielo grisáceo listos para despojar a un hombre de su “honor”.


El metraje con duración de 126 minutos está compuesto por impecables actuaciones, como la de Jean Dujardin, quien encarna a un sujeto que sacrifica su propia carne por la búsqueda de justicia sin caer en el típico y muy cómodo lugar del héroe y, muy por el contrario, se denota su lado humano, ése que es impulsado por el deseo. A pesar de que este último se desdobla de una forma más somera en comparación a su patriotismo, entrega a un protagonista, el coronel George Picquart, muy sólido, desde su desdén por los judíos hasta convertirse en el defensor de uno de ellos.



Louis Garrel, sale del romántico francés visto en filmes como The dreamers (Bernando Bertolucci, 2004), Les amants réguliers (Philippe Garrel, 2005) y La belle personne (Christophe Honoré, 2009), irrepetible en cada uno de ellos, para aventurarse en la escena militar, ahora, del lado de los nacionalistas muy contrario al revolucionario visto en aquellas películas. Aunque su aparición como Alfred Dreyfus es un tanto menuda, Garrel nos demuestra la variación y su desenvoltura profesional a través de su muy convincente actuación.


Otra de las destacables se encuentra en Grégory Gadebois como el Major Henry, quien recibe a Piqcuart tras su ascenso como jefe del Servicio de Información, espionaje en otras palabras y quien tensa el ambiente con hostilidad porque se sabe en un nivel superior al coronel, no por su grado sino por, la que se supone, su larga estancia como comandante en este lugar: el dueño de la tierra porque la ha trabajado. La presentación de Henry en la pantalla es acompañada de una perspicaz configuración audiovisual porque va de la mano con la psicología del personaje situándolo en un primer plano e imponiéndose frente a George a su despedida. Así, Gadebois se convierte en uno de los villanos más odiados durante el rodaje.


La sustancia de la proyección fílmica de J’accuse es la masificación de visibilizar la putrefacción del Estado. El Caso Dreyfus no ha sido el único en el que las leyes, o más bien quienes las aplican, no cumplen con el mínimo de su labor a favor de la justicia. ¿Es la Francia la que está descarriada o desposeída de su corazón como sugiere Émile Zola en su libro, titulado igual que la carta, J’accuse? Es la sociedad entera que se despedaza ante el desinterés y el hartazgo de hacerle frente a lo que importa, a la verdad y no a banalidades.


El Caso Dreyfus es ese equívoco y absolución intermediada por terceros que se dan a conocer a través de los medios, como lo fue el documental mexicano Presunto culpable de 2009 dirigida por Roberto Hernández y Geoffrey Smith en el que vemos cómo al sistema penal no le interesa encontrar justicia sino buscar culpables. O la censurada por “atentar en contra de la autoridad”, Prisionero 13 de Fernando de Fuentes en 1933, una vez más, “la ley” intenta demostrar con castigo al primero que le pasa por enfrente o al que le estorba en ese momento sin establecer límites de correcta jurisprudencia. Y así la cuenta sigue…


El acusado y el espía se llevó el Gran Premio del Jurado en la 76° edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y un galardón más en los Premios César de 2019 por Mejor Dirección. Consulta la cartelera de la Cineteca Nacional en donde se encuentra disponible tras la reapertura del recinto.


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