Por Eduardo León.
El 2020 será un año recordado por la crisis mundial de salud que nos ha hecho seguir permaneciendo en nuestras casas. Desde entonces nos alejamos del espacio público; de las escuelas, museos, bares, salas de cine… La pandemia detuvo la vida como la conocíamos y abrió paso a una “nueva normalidad”; clases, talleres, cursos, contenido en redes. Todo se volcó hacia lo digital.
En medio de esta frustración colectiva por el encierro y la nueva normalidad, el trailer de la película Nuevo Orden apareció en internet y rápidamente las redes sociales, menciones y hashtags ardieron en contra de la cinta y el realizador. Una ola de “me enoja”, comentarios cargados de odio, críticas anticipadas y una fuerte negación al acudir al cine, rodeaban al estreno de esta cinta.
Se trata de Nuevo Orden, un largometraje dirigido por Michel Franco en donde se representa un México distópico, en el que los estratos sociales bajos se sublevan contra la gente adinerada de la gran metrópoli sin aparente sentido alguno, para que después se presente a un país controlado totalmente por el ejército. Quizá pueda leerse interesante esta pequeña premisa, pero una vez viendo la película, nos damos cuenta que es una historia engorrosa bastante difícil de digerir.
Es un largometraje que juega muchísimo con nuestras emociones, pero especialmente con el odio. La historia está formada en base a un odio irracional; vemos secuencias violentas en donde la gente pobre (homogeneizados por sus pieles morenas) doblega, insulta y disparan a quemarropa a sus patrones (la otra gran masa de piel blanca y privilegiada del filme), sin tener un contexto social, político o histórico que justifique las acciones y actos dentro de la película.
Lo más molesto e inoportuno en este “nuevo orden”, es que criminaliza la protesta y lucha social; se maquilla una imagen de los movimientos sociales como un puñado de personas desorganizadas que simpatizan con el caos, con la muerte, con el robo y la destrucción del hombre blanco. El color verde (que simboliza los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres), en la película únicamente se utiliza como una mancha que identifica el incongruente desorden y que puede llegar a generar ideas equivocadas acerca de las movilizaciones feministas actuales.
La premisa narrativa de Nuevo Orden se opone a lo que verdaderamente ha ocurrido en la historia en México, como por ejemplo el movimiento estudiantil del 68 donde la lucha social, organizada, diversa y con objetivos claros (de hombres, mujeres, estudiantes, campesinos, obreros, madres, homosexuales, lesbianas…) construyó caminos hacia la libertad de expresión, derechos humamos y cuestionamiento político, que han llegado a conformar parte de los privilegios e ideales que hoy tenemos.
Nuevo Orden no dimensiona las problemáticas políticas y sociales que acontecen en la actualidad. Pareciera como si el realizador armase la historia con sólo ver (y creer) los noticiarios y los alarmantes y amarillistas encabezados del monopolio de medios de comunicación mexicanos. No existe un trasfondo, una propuesta, una alternativa social, ni mucho menos un acercamiento real a los diversos estratos sociales; sus conflictos, los motivos y logros de las manifestaciones, la respuesta del Estado, el cuestionamiento al gobierno y a la desigualdad económica que caracteriza a México.
"Tibia, mal vibrosa, torpe, incoherente…" es como se ha calificado a Nuevo Orden. Una película que supo ocupar la polémica y el "hate" para vender la historia, generar morbo y a final de cuentas acudir a la sala de cine. Como conclusión, el filme de Michel Franco en producción y forma está bien realizada, pero en el fondo, su discurso no puede ser visto de otra manera, más que el de un realizador que intentó re construir un México distópico desde su trinchera bien acomoda y rodeada de privilegios.
Trailer.
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